domingo, 6 de junio de 2010

Epílogo.

He de confesar que si hay algo en lo que realmente creo es en el derecho del individuo, y por extensión de los pueblos a rebelarse contra toda forma de tiranía. Sin embargo, también he llegado a la conclusión que de nada sirve tal rebelión si la mayoría de aquella sociedad no tiene un compromiso voluntario e irrenunciable con la Libertad, la Justicia y la Verdad.

En los últimos quince o veinte años, en el Ecuador se produjo un fenómeno interesante; a través de la Rebelión Popular, tres presidentes elegidos constitucionalmente fueron arrojados del poder público debido a la corrupción e incompetencia, las que, a su turno, evidenciaron y jactaron descaradamente. Aquellas muestras de reacción vehemente, que en ese entonces Yo consideraba modelos a seguir e incluso llegué a catalogarlos ingenuamente, lo reconozco, como ejemplos de verdadero Civismo, es decir, Civiles a Favor de Causas Justas, me dieron la perspectiva de que el País tenía esperanzas y que un futuro prometedor se mostraba a corto, mediano y largo plazo. Que equivocado estaba. Porque la rebelión tiene sentido cuando los pueblos anhelan con ardor la Libertad y la Justicia. Si no es así, es decir si se trata exclusivamente de chusma azuzada furibunda y descompuesta, entonces simplemente, tenemos lo que histórica y popularmente se ha llegado a denominar: “último día del despotismo y primero de lo mismo”.

En más de una oportunidad, en un diálogo conmigo mismo o intercambiando opiniones con algún tertulio, señalé convencido que: Si había que usar la fuerza cívica para sacar todos los días a cualquier miserable bribón que se hubiere colado al poder público a través de vil engaño, o fraude cobarde, pues había que hacerlo, tantas cuantas veces fuera necesario. Con aquella frase intentaba consolidar el derecho de los ciudadanos (y cuando digo ciudadanos me refiero a los civiles inteligentes y honestos) a rebelarse contra los tiranuelos de sonrisas hipócritas, apetitos exacerbados y miradas torvas. Definitivamente no me refería a instaurar un círculo vicioso, en donde el pueblo ignaro y despistado termina volviéndose un medio maleable a través del cual las mafias politiqueras, conservadoras o socialistas, se alternan el poder público y el patriótico pillaje, sin la necesidad de ese fraude monopólico en el que han terminado degenerando las llamadas elecciones populares.

La Rebelión Civil no tiene sentido cuando el pueblo no sabe quién es, de dónde viene, y peor a dónde va. Qué sentido tiene sacar a una jorga de patriotas delincuentes, solo para permitir que una mafia de bribones patrioteros se tome el poder gracias a la manipulación de una virulenta chusma acostumbrada a vivir alienada, expoliada y hambrienta; pueblo que finalmente no sabe que mismo quiere.

Debo señalar que esa epifanía se la debo en buena medida a la información y conclusiones obtenidas de mis intervenciones e interrelaciones en Internet, ora en los blogs y foros donde por fortuna o desgracia participé, ora en la información que más de un hombre o mujer inteligente imprimió en el universo virtual. Aunque no es menos cierto que la realidad estancada de los medios tradicionales y la realidad social diaria provee de material más que suficiente para sacar conclusiones más o menos certeras sobre este verdadero lupanar social, amén de sus crudos y burdos inventos, entre éstos el propio Estado y sus anquilosadas instituciones.

Cuando empecé a vagabundear por el ciberespacio, hace más o menos cinco o seis años, tenía el inocente prejuicio que a diferencia de las estúpidas, malévolas y serviles manifestaciones, públicas o encubiertas, de la casi totalidad de personajes que conforman esta Suciedad a la que llamamos Sociedad, las constantes en el ciberespacio, principalmente en el ámbito de la opinión serían: verdad, tolerancia, buen juicio, inteligencia y sensatez en la gran mayoría de los navegantes de este océano virtual. Que equivocado estaba. Sí, que equivocado estaba. Porque los mismos vicios y las mismas taras perfectamente observables en la sociedad real son fácilmente detectables en la inmensa comunidad de la red. La misma anonadación, envilecimiento, gregarismo, estulticia y cretinismo se observan en aquellas bestias deshonradas ora en sus manifestaciones reales, ora en sus exposiciones virtuales. Inclusive en ciertas facetas hasta empeora, pues el anonimato o el uso de un seudónimo, que enhorabuena, en unos pocos, garantizan una irresponsabilidad inofensiva que permite librarnos de cualquier reserva o prejuicio y ser honestos en nuestras opiniones y legítimos afectos o desafectos; en otros muchos, sirven para que cierta calaña de individuos dejen escapar sus descarados servilismos, patriotismos tramposos, groseras verborreas y descarnados: odios, intolerancias e imbecilidades. Y sin embargo, paradójicamente, esas manifestaciones crudas y desagradables son fundamentales para llegar a tener claro en que mundo realmente vivimos, y por lo mismo sirven de importante evidencia tanto para conocer con detalle qué o quiénes somos los seres humanos, como para aclarar la percepción que tenemos de la humanidad.

Con lo mencionado anteriormente no quiero decir que estoy decepcionado de Internet, todo lo contrario, el ingreso a la red me dio acceso a un abanico enorme de oportunidades y honorables opciones: información, conocimiento, entretenimiento, interrelación, comunicación, etc., y todo un mosaico prácticamente inconmensurable de situaciones y momentos que posiblemente se habrían mantenido ocultos si no se hubiesen manifestado gracias a la tecnología y a la generosidad, talento y solidaridad de respetables cibernautas.

Resulta notoria la trascendencia que ha tenido el Internet en la vida de las personas, de manera que resulta innecesario y en extremo redundante mencionar las ventajas, beneficios y demás efectos positivos mundiales de esta tecnología. Ciertamente el mundo es diferente desde que el Internet se extendió a todo el planeta; me atrevo a decir que hay un antes y un después desde la aparición del Internet. Quisiera creer que comienza un nuevo Renacimiento, quisiera ser optimista, pero la experiencia y la realidad de una sociedad que desprecia el conocimiento y la virtud más bien profetizan nuevas eras de brutal oscurantismo.

A pesar de ese escenario apocalíptico, siempre existe la esperanza de que las personas se reivindiquen, simplemente siguiendo consciente y voluntariamente el ejemplo moral de aquellos que en el pasado y presente decidieron pensar por sí mismos, siguiendo el sendero escogido por ellos y no otros. Internet es una gran herramienta en la lucha en contra del oscurantismo. Un servicio público que debe ser protegido y consolidado en la sociedad ecuatoriana y en el mundo. El derecho a su utilización y disponibilidad no debe ser negociable, sino garantizada en las diferentes constituciones, sobre todo en los países que se precien de tener sociedades libres. Vaya que he descargado información, ¡cómo he descargado archivos! Permítaseme agradecer a todos aquellos cibernautas que tuvieron la generosidad de subir información gratuita, a riesgo de ser catalogados injustamente como “piratas”. No, los “piratas” no son los que comparten conocimiento, salud, verdad, virtud, entretenimiento sano, opinión, libertad y conocimiento. Los verdaderos pillos filibusteros son otros, los verdaderos delincuentes son aquellos que engañan a la tonta masa con viejas y pervertidas doctrinas fascistas totalitarias o tiranías socialistas que solo buscan mantener en el Poder a unos pocos y en la servidumbre a los muchos. Todos quienes tienen una idea más o menos certera de esta banalidad mundana saben quienes son los brutales y nefandos filibusteros y quienes son los “piratas”.

Aunque tengo mucho que decir, he decidido que este sea el último post de la Cueva de Saulo, o Saulo Ariel, como inicialmente se denominó esta Bitácora por allá por el mes de julio del año 2008. ¿Razones? El número de comentarios y artículos, son alrededor de 150 o 152, una cifra bastante alta, en mi opinión. El personaje, aquel que se expresa como Saulo, ha dicho lo que tenía que decir. Cansancio, o más bien fastidio, respecto de la actual situación del País. En fin algunas otras razones que voy a reservarme. Sin embargo que gratificante saber que existe esta honrosa alternativa que el Internet nos ofrece a aquellos que amamos la Libertad en sus diferentes y majestuosas expresiones: el Blog. Volver a incursionar nuevamente en el mundo libérrimo del blog o la bitácora, siempre es una posibilidad. Si así lo decido quizá me atreva a pedirle al Lobo, mi buen amigo, me recomiende en su herética cueva. Quién sabe.

Quiero agradecer a los amigos lectores de estos muros de ébano por la atención a las opiniones de este perro. Como se habrán dado cuenta ciertamente no soy el dueño de la verdad, afortunadamente, de lo contrario, ¡qué responsabilidad! Solamente soy un hombre, un hombre qué se pregunta alternativamente: ¿por qué? Únicamente un ser humano que exige respuestas frente a una serie de incertidumbres colosales.

Quiero agradecer a los blogueros amigos de esta cueva herética por sus gentiles, tolerantes y generosas participaciones en la forma de sus inteligentes comentarios. Para aquellos que tuvieron la valentía de dejar su impronta o su ícono con su correspondiente y respetable opinión, mi aprecio y consideración. Y en general agradecerle a usted, estimado lector, que se atrevió a adentrarse en los escarpados y frugales dominios de Saulo Ariel, mi seudónimo, con el cual ejercí mi derecho universal a ser consecuente con mi naturaleza, la de un libérrimo perro primitivo.

Muchas gracias y buena suerte.

martes, 1 de junio de 2010

Fernando Vallejo y la Puta de Babilonia.


Seguramente más de un lector habrá notado mi desprecio por la Religión. Tengo razones suficientes para justificar aquel rechazo hacia todo tipo de dogma religioso. Cada Teosofía se etiqueta ser la dueña de la verdad, su verdad, la absoluta, la única; con su Dios religioso que impone sus mandamientos a través de sus capataces, pastores, sacerdotes y vacas sagradas. En sus propias palabras y adulos cada bando absolutista proclama sus certezas totalitarias y dogmáticas, pretendiendo diferenciarse unas de otras. Pero si ustedes analizan objetivamente los antecedentes, y posteriores “éxitos” de todas y cada una de estas religiones se darán cuenta que comparten si no en su generalidad, sí en la mayoría de sus características fundamentales aspectos ridículos, falaces, violentos, manipuladores y terroristas.

Hace un par de años, me parece, por cosas del destino me encontré con el titulo de un libro, que me llamó la atención por su crudeza. El Libro se llamaba “La Puta de Babilonia”. En aquel tiempo no le di trascendencia, imaginaba que se trataba de una publicación más que condenaba la corrupción de alguna Iglesia en particular, algo que no me sorprendía en lo más mínimo conociendo quienes son los dueños de la Religión, de manera que no le di importancia. Algunos meses atrás, por ciertas circunstancias me volví a cruzar con aquel titular, y para, de una vez por todas tener claro de que mismo se trataba decidí indagar sobre el asunto.

Ya en el pasado, leyendo la Biblia me había encontrado con el relato de “las dos hermanas”, un cuento simbólico algo erótico en el que se menciona el mito de Babilonia y las putas literales o metafóricas. Adicionalmente había tenido acceso a una publicación denominada “La Gran Payasada” en la que se cuestionaba los ritos, dogmas y parafernalia en general de La Iglesia Católica, Apostólica y Romana realizada por miembros de una religión hermana mas antagónica. Toda esta información se añadía a los testimonios individuales de personas que a lo largo del tiempo han desenmascarado las vilezas cometidas por los dueños del negocio religioso, o los informes de prensa y documentales que denuncian la corrupción que se han desarrollado, y suceden en las diferentes religiones del orbe, amén que se publican periódicamente.

Así fue que empecé averiguando quien mismo era el autor de aquel libro. Pronto me enteré que se trataba de un colombiano de nombre Fernando Vallejo. “¡Colombiano!”, me dije con algo de fastidio; el País de los Uribe, Santos, Marulanda, García Márquez y toda esa serie casi interminable de personajes y antecedentes infectos y repudiables tan comunes en aquella tierra tan conocida por su buen café y su pura cocaína. Procedí a descargar el libro de internet, prometiéndome leerlo en un futuro. No recuerdo si ese mismo día o en los inmediatos subsiguientes, opté por buscar información sobre el autor en una comunidad de videos. Busca que busca encontré un documental sobre Vallejo, de inmediato descargué el primer video y luego, y debo reconocerlo ante lo interesante y entretenido de lo visto, los siguientes.

Luego de revisar la totalidad del documental, haciendo abstracción entre las extravagancias y verdades del personaje investigado, me llamó la atención el calificativo de “provocador” que una mujer le endilgaba a Vallejo. Ante aquello, es indudable que en ocasiones el colombiano hace gala de ciertos excesos verbales que podrían confundirse con intolerancia, además de un notorio nihilismo absolutista y un cinismo literal, muestra quizá de su falta de confianza en la humanidad, comprensible considerando la violencia tan característica de la especie humana. Pero en otras, en cambio, se muestra como un feroz pero objetivo denunciante de los males de la sociedad. ¿Es justo calificar de “provocador” a alguien que se atreve a calificar de criminales a los criminales que en mala hora detentan el poder? ¿Sí o no? En su acepción positiva talvez, en la negativa definitivamente no. Pero cómo sabemos las verdaderas intenciones de quienes lo tachan de “provocador”. Un pensador alguna vez para repudiar la moralidad siniestra de la época decía que: “en épocas de Tiranía, decir la Verdad es un acto de Rebelión”. Una muestra palmaria de lo relativo y subjetivo de las conductas humanas.

Pues bien, luego de mirar aquel documental decidí que valía la pena leer el libro y entonces, imprimí el documento y lo dejé preparado para la futura lectura. Y así fue.

Vallejo comienza dejando bien sentadas sus intenciones, sus "afectos y cariños" respecto de aquella institución, amén de sus opulentos beneficiarios y serviles lacayos, prorrumpiendo en una serie de calificativos y apreciaciones que en apariencia parecerían redundantes pero que solamente buscan colocar en su sitio de "honor" a madre e hijos de reputada tradición religiosa, así como oneroso, brutal y embaucador negocio.

Desde un principio señala que el calificativo de “La Puta de Babilonia” no es inédito, sino que fue esbozado hace muchísimo tiempo atrás por una agrupación religiosa cristiana más conocida como Los Cátaros o Los Albigenses, que cuestionaban la corrupción de la Religión imperante en esa época es decir La Católica. Señalado aquello Vallejo relata la forma brutal en que el Papa, una suerte de Rey feudal que disponía de feroces y temibles ejércitos con los cuales imponía sus abusos infalibles, termina persiguiendo, torturando, masacrando y prácticamente borrando de la faz de la tierra la “herejía” cátara y a todos sus seguidores.

Posteriormente, el escritor colombiano haciendo uso del sarcasmo y el cinismo burlesco narra las inmoralidades de los representantes del Dios católico, Los Papas, principalmente aquellos cuyas felonías y actos de sadismo, sodomía, mercantilismo y brutalidad sanguinaria los habían hecho famosos a lo largo de la historia, para enojo y desgracia de los futuros curas católicos, apostólicos y romanos amén de sus fieles devotos.

Mientras intenta cumplir la función de denunciante insaciable de la corrupción de aquellos que siendo simples humanos pretenden pasar por seres infalibles, Vallejo narra los orígenes de la Iglesia Católica; el complot que habría existido entre una facción de religiosos y el poder político de un Emperador corrupto, que conocedores del poder de la Religión sobre las masas deciden imponer un determinado dogma religioso, su religión, la de ellos a los demás, y lo hacen con fiereza y autoritarismo, eliminado sanguinariamente cualquier oposición.

En más de una oportunidad Vallejo se limita a reclutar a pensadores con sus juicios o valoraciones, filósofos que habiendo nacido entre los siglos aledaños al supuesto natalicio de Jesús, antes y después de éste, cuestionan su existencia, la veracidad de los evangelios y el origen de los mismos, además de que, según Vallejo, hacen un juicio crítico alejado de todo prejuicio dogmático y cualquier subjetividad proveniente de la influencia de la fe.

El contenido de la Biblia y la veracidad de la misma, es cuestionado permanentemente, sobre la base de la falta de evidencias que demuestren que tales escritos fueron desarrollados por los autores que la misma Biblia imputa. Además, pone en duda la historicidad objetiva de la gran mayoría de escritos bíblicos, debido a ciertas incongruencias cronológicas, calificándolas en el caso del Antiguo Testamento como simples mitos creados por los judíos, más que nada para tener un vínculo de unión y orgullo de su pueblo. El Nuevo Testamento y sus principales actores, también son cuestionados sobre la base de la ausencia de documentos históricos que garanticen contundentemente la existencia real de Jesús y sus discípulos.

Aspectos como la subjetividad, las poco confiables traducciones, las percepciones individuales y de grupo, los intereses políticos y económicos, los apetitos religiosos, los dogmas imposibles de probar, las continuas contradicciones, la ausencia de una descripción detallada de muchos de los relatos bíblicos por parte de historiadores serios de aquellas épocas, el absolutismo y totalitarismo de muchos de los pasajes bíblicos, entre otras razones, son señalados como argumentos por varios pensadores, a los que recurre Vallejo para probar sus puntos de vista.

Pero, a pesar del interés personal o favorito que aparentemente tendría el escritor colombiano por la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, la verdad es que Vallejo, amplia su espectro de crítica a la Religión en general; de ahí que Judaísmo, Protestantismo, Anglicanismo, Islam y en general todas las teosofías existentes, consideradas infalibles, absolutistas e inmaculadas por sus creadores y prosélitos gregarios, son censuradas y desenmascaradas con un verbo en ocasiones emocionado aunque no carente de argumentos.

No quisiera ir más allá en cuanto a desarrollar las opiniones y las críticas de Fernando Vallejo en su análisis sobre aquello que los exterminados Cátaros justicieramente llegaron a llamar “La Puta de Babilonia”. Baste esta sucinta sinopsis. Seguramente más de un lector de este blog ya tuvo en sus manos el libro del polémico colombiano, polémico por sus extravagancias y libertinajes, mas no por el ejercicio de la libertad de expresión, aspecto ciertamente merecedor de atención y ponderación. El libro contiene opiniones y argumentos dignos de considerar, con parlamentos que merecen ser leídos o escuchados, con criterios que difícilmente se redactarán en los papeles de los famosos y ricachones escritores de guiones de telenovela rosa.

“La Puta de Babilonia”, es un libro que vale la pena leer, si realmente se está interesado en conocer una opinión crítica acerca de los orígenes oscuros del cristianismo, amén de la Religión Católica y sus igualmente desvergonzadas, brutales e impúdicas hermanas religiones. Es importante conocer aquellos hechos siniestros, esos que avergüenzan a unos y enfurecen a otros. Pocas cosas son tan satisfactorias como conocer la realidad de los hechos o la desmitificación de las verdades absolutas. La Historia está saturada de "verdades" falaces y tramposas, pero, a través de la desnudez de las leyendas religiosas, las quimeras y los cuentos mentirosos podemos llegar a tener una certeza razonable de lo que realmente sucedió, o pudo no haber sucedido. Un libro interesante y entretenido, que honestamente debo señalar, disfruté leyendo; verdad de la que soy único y veraz testigo.

viernes, 28 de mayo de 2010

Impasse.

Los ecuatorianos estamos metidos en un verdadero atolladero; en una situación en que difícilmente se encuentra una salida; una que le conduzca al Ecuador por los senderos de Bienestar que el País merece. La irresponsabilidad, codicia y complejos de algunos le han llevado a todo el País a un impasse del que va a resultar muy difícil salir. Entre la clase política, es decir, la mafia correísta actualmente en el poder y la farsa opositora incompetente y corrupta; los negocios de comunicación tradicionales auto-etiquetados de periodismo independiente; los gamonales de las cámaras de comercio, los movimientos sociales, principalmente indígenas; y la estulticia e indolencia de la mayoría de la población, están arrastrándole al País a una crisis social, económica y moral, que quién sabe qué repercusiones pueda tener en el futuro.

Ciertamente que el principal responsable de este relajo tiene nombre y apellidos: Rafael Correa Delgado. Con su proselitismo politicastro y estratagemas demagógicas este individuo ha generado un enfrentamiento sinsentido entre ecuatorianos. Sus campañas propagandísticas simplemente han servido para encubrir su notoria incapacidad para gobernar y la corrupción de sus incondicionales, socios y sátrapas. Mientras esto sucede los problemas del País siguen de mal en peor: escasez de gas de uso doméstico, inflación, desempleo, violencia, emigración, pobreza, ignorancia, depredación de la naturaleza, injusticia, corrupción en los diferentes sistemas públicos, pésima calidad de servicios públicos, estancamiento de la producción, etc., etc., etc.

Las manifestaciones viles de Correa se repiten a diario. Personas que son ilegalmente detenidas debido a la paranoia enfermiza de Correa que se considera a sí mismo un reyezuelo totalitario. Reacciones viscerales y mezquinas en contra de aquellos que se atreven a cuestionar su “majestad”; acciones y declaraciones racistas y virulentas contra un segmento crítico del movimiento indígena que no se ha sometido a su tiranía. Protección a personajes siniestros a quienes Correa colocó en puestos claves de la función pública para que igualmente lo protejan y le garanticen impunidad a él y su jorga. Acciones y actitudes de violencia que demuestran que este personaje no está en sus cabales y por lo mismo no está en capacidad de gobernar el Ecuador. Actos de persecución e intolerancia como en el siguiente ejemplo: Durante el Gobierno de Rodrigo Borja se entregó en comodato por alrededor de 99 años el edificio donde actualmente funciona la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie). Durante cerca de 20 años a ningún Gobierno se le ocurrió revisar dicho convenio, a pesar de que la Conaie realizó movilizaciones periódicamente en todos aquellos gobiernos, e incluso colaboró directamente en la caída de Bucaram, Mahauad, y Lucio Gutiérrez. A pesar de aquello a ningún presidente se le ocurrió dar de baja aquel comodato. Hoy, el líder de la Revolución Bolivariana, Rafael Correa, amenaza con apropiarse de aquel edificio, seguramente para entregárselo a su jorga de serviles agnados y cognados. Ese es Rafael Correa, un gamberro malcriado, maquiavélico, codicioso y mezquino. Ese es, funestamente, el Presidente de los ecuatorianos.

Luego está la clase política opositora, la responsable directa de que Rafael Correa haya llegado al poder. Porque la partidocracia tradicional parió a Rafael Correa. Tal es así que Correa como buen hijastro de la sucia Partidocracia ha consolidado el sistema mafioso de partidos políticos hasta el punto que ahora resulta imposible que una persona pueda ejercer sus derechos políticos si no es a través de la monopólica mafia de partidos políticos.

Los negocios corporativos de comunicación también han sido pieza importante para que el sistema corrupto se consolide. Las programaciones televisivas dedicadas en la mayoría de los casos a consolidar los gustos y apetitos del populacho, con las tradicionales y repetitivas telenovelas, shows rosados, y más basura que solamente ratifica y cimienta prejuicios, tabúes, y estupideces. Los noticieros, diarios, editoriales y programas de opinión que básicamente siguen un mismo libreto: presentar las noticias de acuerdo a las conveniencias económicas y políticas de los dueños de los canales televisivos, radios y periódicos. El ejemplo de la salvaje “Justicia Indígena”, es muy descriptivo. Los medios se han dedicado a culpar exclusivamente a las comunidades nativas por las brutales palizas y los crímenes irracionales cometidos con la excusa de la llamada “Justicia Indígena”. Pero los medios olvidan o se abstienen de señalar que fue Rafael Correa y sus sátrapas incondicionales de Montecristi quienes regularizaron constitucionalmente la tortura en el Ecuador al incluir en la Constitución Correana la figura de la “Justicia Indígena”. Sabían muy bien que se cometerían salvajadas sanguinarias, pero prefirieron alimentar su mezquino apetito politicastro antes que moralizar el corrompido sistema judicial y fiscal; obviamente necesitaban un sistema corrupto que los encubriera en sus pasados, concurrentes y futuros pillajes, violaciones y latrocinios. Aquello lo sabe muy bien la prensa tradicional pero ante la posibilidad de cuestionar las hipócritas críticas de Correa a la violencia generada por su invento fratricida, prefieren callar y culpar al bruto, al autor material del crimen antes que señalar públicamente al autor intelectual de aquella barbarie. Tan estúpida es la actitud de la prensa tradicional que apoyan encubiertamente a Fabricio Correa, hermano de Rafael, creyéndolo un supuesto opositor cuando éste, en el Gobierno de su hermano se benefició de millonarios contratos públicos que luego hipócritamente, cuando estalló el escándalo fueron terminados unilateralmente, abriéndole al ñaño Fabricio la posibilidad de instaurar demandas millonarias al Estado ecuatoriano. ¿A quién se le puede ocurrir que Fabricio Correa va a auditar las corruptelas de su “ñaño lindo”?

Enseguida aparecen los amigos de los dueños de los negocios corporativos de comunicación, los tradicionales gamonales. Los únicos que tienen garantizada la libertad de expresión en la prensa “independiente”. Personajes que anquilosados en su pasado y ancestros conservadores siguen insistiendo en el cuento de la privatización de los servicios públicos, o aletargados con la declaración morbosa y mercantilista de que la solución de los problemas económicos de los países tercermundistas se hallan en abrirse de par en par a la inversión de las sacrosantas y todopoderosas transnacionales extranjeras. A veces daría la impresión de que estos personajes son cómplices encubiertos de Rafael Correa y su revolución bolivariana. La desesperación mercantil de estos caballeros generalmente vinculados con los gremios de las cámaras de comercio y exportadores, no pasa desapercibida para la mayoría de los ecuatorianos especialmente de la clase económica media y baja, que son los verdaderos motores productivos del País. Los sectores productivos nacionales que nada tienen que ver con los gamonales y sus intereses mezquinos, ven con razón, un peligro en los "Tratados de Libre Comercio" promocionados desaforadamente por los representantes de estos gremios conservadores uno de cuyos gritos de batalla es: "¡comprar barato y vender caro!" De las declaraciones irresponsables de estos empresarios mercantilistas se aprovecha Correa y con su demagogia patriotera denuncia sus patentes intereses parciales al tiempo que se desgañita satanizando el Liberalismo e imputándole a éste los males del conservadurismo mercantilista.

Luego están los movimientos sociales parasitados por la fiebre ideológica del socialismo y/o comunismo. Enemigos acérrimos del Liberalismo, al que torpe e injustamente confunden con capitalismo monopólico. A este grupo pertenecen los indígenas; individuos que se movilizan ciegamente siguiendo las órdenes de sus líderes, que generalmente son personas que tienen una visión muy limitada y escuálida de la realidad, o peor todavía personajes taimados, ambiciosos, e inescrupulosos que ven en el pueblo indígena un simple medio a través del cual se transformarán en los popularmente llamados “ponchos dorados”, es decir indios burgueses, racistas y desalmados.

Finalmente la sociedad, el pueblo, o como suelen decir los corrompidos demagogos: “La Voz de Dios”. La mayoría levantándose maquinalmente de sus lechos, ignorantes de lo que sucede en su entorno. Saliendo diariamente de sus madrigueras o corrales particulares con rumbo a sus alienantes trabajos, donde los muchos serán pastoreados, ordeñados y trasquilados, mientras unos pocos cumplirán sádica o indiferentemente aquellas tareas programadas por los amos socialistas y/o conservadores. Imaginándose felices, satisfechos y conformes. Alienados y esclavizados a sus propias debilidades y a las imposiciones de los que ellos mismos consideran sus “patrones”. Amargados más que agotados luego de una mañana y tarde de aburrido trabajo, salen de sus pastizales con rumbo a sus casas donde ya en la noche cumplirán con lo que el sistema totalitario espera de ellos reproducirse bestialmente con sus parejas para prolongar indefinidamente el sacrosanto circulo vicioso mundanal.

Considerando estos antecedentes, el asunto se ve color de hormiga para el Ecuador, para los ecuatorianos, para aquel segmento que imagina a su País convertido en una Nación donde Justicia, Libertad y Prosperidad sean realidades tangibles. Si las cosas se siguen presentando tal como hasta ahora; si quienes dicen oponerse a Correa continúan cometiendo los mismos disparates que le han permitido consolidarse en el poder, es obvio que la revolución bolivariana sicalíptica continuará destrozando al País. Quienes tienen los recursos económicos para enfrentar a Correa deben replantear sus estrategias, para usar un cliché popular: “deben dejar de hacerle el juego a Correa”.

El Gobierno del Socialismo del siglo XXI tácitamente es una dictadura; tiene el control de las demás instituciones y funciones del Estado, aquello de por sí coloca en gran desventaja a quienes intenten competir en las futuras elecciones. No solamente por el fraude que se puede perpetrar, sino por el incondicionalismo vil de las autoridades de control que dejarán hacer y dejarán pasar a los socialistas de Correa. Si a eso añadimos los aspectos mencionados en los párrafos anteriores entonces como ya mencioné el asunto se complica y muchísimo.


domingo, 23 de mayo de 2010

El Colegio Nacional "Teodoro Gómez de la Torre".

Aquella mañana una absoluta tristeza me embargó, recuerdo que me quedé sorprendido por la noticia. Luego de haber recibido la infausta confidencia de sopetón, mi mundo tan frágil, limitado y cándido literalmente se derrumbó. En aquellos instantes, buscaba sacar fuerzas para despreciar aquel supuesto ingrato fracaso, intentando en vano esconder la decepción. Ahora, sentado frente a la computadora, desdeño el momento y repudio la mentira irresponsable de aquel malnacido que me causó aquel momento tan infeliz. En aquella mañana un niño se sintió muy solo y triste en medio de la algarabía generalizada de unos cuantos, algunos compañeros de grado, que habían sido elegidos, y que festejaban felices por haber aprobado aquella polémica selección. Dos o tres horas atrás, el profesor del sexto A, un experto en el vicio de empinar el codo y maltratar niños, había designado a tres o cuatro alumnos, encargándoles la misión de revisar las listas de los aprobados, aquellos que finalmente habían sido aceptados como futuros estudiantes del Centenario Colegio Nacional “Teodoro Gómez de la Torre”.

No recuerdo exactamente si luego de salir de la escuela enrumbé con dirección al Colegio a constatar por mí mismo aquel decepcionante dato; o quizá, cabizbajo y con mis ingenuos sueños despedazados, esperé la tarde, para confirmar aquello que mi realidad de niño de 11 años consideraba un desagradable rechazo. Sea cual fuere la alternativa que tomé, lo cierto es que aquel par de opciones confluyeron en una hora que no sé pero que fue, y en un lugar que ciertamente es. Supongo que mientras me dirigía al Colegio divagaba imaginando qué mismo había sucedido, ¿por qué no había aprobado?, sería talvez por aquella maldita prueba, “¡pero no fue culpa mía!”, seguro me decía intentando calmar el complejo de culpa que ardía en mi incauta conciencia. Claro que no había sido culpa mía.

El primer día que iniciaba el proceso de selección, por motivos ajenos a mi voluntad, llegué atrasado al Colegio, casi una hora después de iniciados los exámenes. En medio de la impaciencia y confusión, ingresé al primer curso que encontré a mi paso, después de una ligera discusión que mi Mamá tuvo con un burócrata que aludía que ya no tenía tiempo para resolver el examen. Luego que mi admisión al aula fue tolerada, tomé asiento y de inmediato me entregaron una copia preimpresa que contenía las preguntas y los problemas a resolver. Matemáticas. Pero esperen, en el membrete decía paralelo C y Yo estaba inscrito en el D; “dale no más”, me dijo alguien, “el próximo le das en el D”. Ni modo, a darle entonces. Quince minutos después de haber empezado la prueba, un niño se levantó y entregó su examen, luego otro, y otro y otro. ¡Qué relajo! Si bien ahora recuerdo aquella experiencia con risa y algo de comprensión, en aquel momento, carajo, fue una experiencia de lo peor; una de las sensaciones más hijueputas y desgraciadas que había tenido en toda mi vida. Cada vez que alguien terminaba su prueba, se levantaba y salía del aula, la presión y angustia que sentía se incrementaban terriblemente impidiendo que pueda trabajar y desarrollar las preguntas. “Ya vayan terminado”, dijo alguien; “daranle un poco de tiempo adicional al chico que llegó recién”, dijo otro. En fin, las cosas que se ha pasado. Debo confesar que harto de tanta presión y constatando que era uno de los últimos en el curso, decidí levantarme y entregar el examen tal como estaba, aunque no había terminado. Casi seguramente que camino a la comprobación debo haberme dicho: “quizá por eso no aprobé”. Ingresé silenciosamente al Colegio, caminé melancólicamente por aquellos tristes parajes, tímidamente, supongo, hasta que por fin frente a mí, se extendían una serie de papeles pegados en una despintada pared que anunciaban a los favorecidos, aquellos que tendrían la oportunidad de formar parte del “Centenario Gómez de la Torre”, tan popular, tan famoso y tan típicamente ibarreño. Ahora casi treinta años después, creo saber por qué las puertas de ese entonces, me recuerdan la frase del poeta: "¡Oh vosotros que entráis, abandonad toda esperanza!"

Empecé a revisar cada uno de los nombres que aparecían en aquellas listas impresas. De arriba abajo, de abajo arriba, ora derecha, ora izquierda. De repente, mi mirada se fijó en una combinación de letras que me resultaba muy familiar, una esperanza, una sublime esperanza se esparció en mi integridad, supongo que debo haberme acercado para corroborar y una vez comprobado, toda aquella oscuridad emocional desapareció automáticamente, cediendo espacio a una exultante alegría, propia de un chico de 11 años, de un niño que desconoce el insomnio, el stress, la depresión, o la angustia de la incomprensible existencia. Sí ahí estaba Yo. Seguramente debo haber reído y mucho, quizá me haya convertido, en esos efímeros instantes, en el niño más liviano sobre la faz del planeta, no por lujurioso, sino por la absoluta carencia de presiones y culpas, o pesos morales, o más bien ignaros. Quizá, le dediqué un par de calificativos despectivos al descriteriado que me dio la falsa noticia, si lo hizo torpe o malévolamente, no lo sé, solo sé que ya en esas tempranas épocas aquel imberbe alevoso daba muestras de ser un futuro miserable de baja ralea. Feliz y tranquilo, como es lógico, salí de aquellas instalaciones, ya consciente que sería parte del “Centenario”, para bien o para mal. Y así fue, lo puedo asegurar ahora, estuve en aquel “centro de reeducación, violencia y domesticación” durante los siguientes seis eternos años.

Seis años, seis años, parecen pocos, ahora, y sin embargo, son demasiados considerando las cosas que tuvimos que pasar aquellos que siempre constituimos las “ovejas negras” del sistema; “ovejas negras” en medio de manadas y manadas de vulgares y comunes, pastoreados crudamente por capataces uniformados con los típicos ternos de burócrata; “corderos diferentes” enfrentados, no, para nada, más bien inermes, para ser objetivo, a la estulticia profesional de imbéciles titulados a quienes únicamente interesaba cobrar el mediocre cheque de fin de mes; a merced de los cobardes bravucones desesperados por vengarse con algún ingenuo que creía en dar la otra mejilla; aprendices de matones, precoces pervertidos expertos en dibujar de las maneras más obscenas los genitales femeninos y masculinos en los infectos y asqueroso baños socialistas de nuestro “Patrón Teodoro”; como abundaba ese tipo de fauna en el “Centenario”, indignos animales, fieles reflejos de un segmento distinguible de la sociedad ibarreña.

Sí, y así llegué al primer día en el “Patrón Teodoro”. Pero no fue como Yo lo esperaba. De hecho nada cambió respecto de mi experiencia escolar; aunque algo sí cambio pero, para que todo se mantenga igual. Cambiaron las caretas de los capataces y cambió la violencia de los aprendices de matones. Es decir cambió de mal en peor.

Mientras estudiaba en la escuela soñaba con el buzo con cuello de tortuga de un rojo intenso casi oscuro y el pantalón caqui, tan característico del “Gómez de la Torre”. Sin embargo, cuando asistí al primer año, coincidencia o no, los dueños del Colegio público decidieron dárselas de “diseñadores de ropa” y reinventaron el uniforme. La imagen típica del “teodorista” que siempre había ingenuamente admirado, se fue de un solo plumazo. El clásico buzo rojo, dio pasó a un saco carmesí de cuello abierto, que como ya mencioné tuve la desgracia de inaugurar, prenda de mal gusto y bastante ambigua por cierto, que dio mucho que hablar, básicamente por la sexualidad incierta que dicho color concebía, de manera que pronto fue dado de baja, con la consecuente pérdida económica para la “familia teodorista”. Luego de aquel intento ridículo de los burócratas maestrillos por modernizar el uniforme del “Centenario”, finalmente, copiaron el uniforme de una escuela popular, de manera que el saco rojo fue reemplazado por una camisa del mismo color del pantalón. Ese fue el uniforme que usaron los “teodoristas” hasta que la revolución educativa de los politicastros y la burocracia tonta, abusiva y corrupta del Ministerio de Educación, decidieron eliminar al “Centenario”. Aunque éstos, uniforme y color, se mantuvieron en la nueva faceta mixta o mestiza.

Acerca del fin del "Viejo Mundo", nadie se opuso, y me refiero a las autoridades, principalmente al personal docente y estudiantes activos en general. Para aquellas épocas Yo vivía en Quito, de manera que no me enteré del asunto hasta que la modernidad acabó con el viejo y ancestral “Centenario”. Con eso no quiero decir que si hubiera estado en Ibarra habría encabezado una revuelta para impedir el fin del Colegio, no, para nada, para qué. Aunque siempre, cada vez que hubo la oportunidad y en mi derecho como ciudadano dejé en claro que eliminar al “Teodoro” en su faceta tradicional fue una estupidez. Pero eso es otra historia.

Pues sí, el color caqui, vaya nombre ¿cierto?, será por……bueno mejor no especulo acerca del origen de aquel nombre tan pintoresco; el caqui fue el color del uniforme principal, en sus últimos años, del Colegio Nacional “Teodoro Gómez de la Torre”, Colegio “Centenario” de varones, algunos muy estúpidos y otros medianamente racionales, ciertamente, pero de varones, de eso puede dar testimonio la colectividad ibarreña. Pero, no más. No, el “Teodoro Gómez de la Torre”, por lo menos el Colegio de Varones, ya no existe. Lo extinguieron. La estupidez de la burocracia y la idiosincrasia del ecuatoriano mediocre incapaz de rebelarse ante sus grotescos capataces acabaron con el “Patrón T.G.T.”. Ahora en su lugar, un remedo, un residuo, un mestizo ambiguo ocupa las instalaciones físicas no tradicionales, una cosa llamada: “Unidad Educativa Experimental Mixta Teodoro Gómez de la Torre”; institución sobre la que no quiero opinar, pues sencillamente no me interesa.

Pero este post no se refiere especialmente sobre las mediocridades y corruptelas de los dueños del grosero y nefando sistema educativo público ecuatoriano; pero, definitivamente sí sobre el “Teodoro Gómez de la Torre” y las impresiones, anécdotas y opiniones que tengo de ese monstruo con el que compartí seis largos años. ¿Mencioné que El T.G.T., tenía instalaciones viejas y nuevas? Explico, “nuevas y viejas” eran dos expresiones que referían las instalaciones que se construyeron para cubrir las necesidades del original edificio donde funcionó inicialmente el T.G.T. Porque tradicionalmente el extinto “Centenario” funcionaba en el centro de la ciudad, en un edificio de corte hidalgo y colonial, que aún existe; un caserón que tiene un aire respetable (1) y augusto debo señalar, adosado a un elegante Torreón (2), que se ha constituido en un símbolo de Ibarra, uno de los pocos rescatables. Ahí está, lo ultimo que quedó del “Centenario”, lo que no pudieron corromper la estupidez y el abuso, junto al parque Pedro Moncayo. Muchos años después, por motivos de espacio y funcionalidad se construyó un nuevo local ubicado al sur de la Ciudad, un lugar amplio pero burdo, frío, inculto, insalubre, más propio de una cárcel de mozalbetes que de un centro de estudios secundarios (3). Déjenme ver, más o menos junto al barrio de la Cruz Verde. Aquellas nuevas instalaciones fueron las que me acogieron toscamente y en donde tuve mi segundo encuentro con el siniestro sistema educativo ecuatoriano.

Ya en otro post mencioné lo que pienso del sistema educativo ecuatoriano y del personal docente en general, baste decir que los considero paupérrimos, aunque reconozco que por ahí deambula alguno que otro buen profesor que ciertamente es la honorable excepción que confirma la grosera norma general. Pues bien en el “Teodoro” esa norma en mis épocas era una verdad incuestionable. No voy a entrar a detallar nombres, condiciones y vicios que compartían la mayoría de aquellos “reputados maestros”, aunque con intensidades variopintas; no, no lo haré, no valen la pena, estoy seguro que éstos, son comunes en la mayoría de los docentes del Ecuador, de manera que estimado lector, solo es cuestión que usted recuerde, claro, si estudió en el sector público, la calaña de los tradicionales educadores de cantina que intentaron convertirlo en lo que ellos denominaban “buenos e ilustres patriotas”.

Anécdotas de las bestialidades y aberraciones de los maestritos abundan, había de todo como en botica, unos más brutos que otros, algunos más alevosos que otros, sádicos y borrachos, tontos y sabiondos, unas menos putas que otras, aunque esto último nunca me constó, pero, las malas lenguas extendían reputaciones que ciertamente en el caso de personas respetables pueden ser consideradas injurias y de hecho lo son; ¡pero no!, en el caso del personal administrativo y docente del “Centenario”, en ese caso bien merecidos eran aquellos calificativos. Con decirles que con el viejo truco de, “no tengo sueltos”, el ladrón de Colecturía redondeaba el sueldo, a vista y paciencia del "señor" rector de turno.

Pero hay una anécdota en especial que de hecho es la razón principal del post, que narraré en los siguientes párrafos, y que demuestra la brutalidad que predominaba en el “Teodoro Gómez”, y que en ocasiones tomaba ribetes ridículos, por lo mismo, jocosos; amén de una muestra del estado de indefensión en que nos encontrábamos todos los alumnos frente al abuso de verdaderos psicópatas que disfrutaban de la violencia con absoluta impunidad; prueba irrefutable muestra de la mamarrachada de autoridades; evidencias de la calaña inmoral de aquellos burócratas, vagos amantes de los aburridos discursos vanidosos, los brindis amanerados y el trago barato.

Woody Allen mencionaba en una de sus películas que a las escuelas de los hijos del pueblo, el sistema suele enviar lo peor del personal docente con el que cuenta; colegiados que de por sí son pésimos. Esa apreciación es importante de tener en cuenta cuando de identificar a los profesores de Educación Física que generosamente repartían sus enseñanzas en la sección básica del “Patrón Teodoro”. En aquellos tiempos, y hablo de la década de los 80 del siglo anterior en el “Centenario Gómez de la Torre”, a los primeros, segundos y terceros cursos, se los denominaba Ciclo Básico, y a los posteriores, Ciclo Diversificado. El Ciclo Diversificado asistía a clases en la mañana, mientras el Básico lo hacía en la tarde. Más o menos entrábamos a las 13h30 y salíamos a las 19h00. Pues bien, estos personajes que supuestamente se encargaban de nuestra salud física, además tenían la tarea de vigilar el normal desarrollo de las actividades programadas en el plantel, “Inspectores” se hacían llamar, aunque en realidad eran una especie de brutales celadores e insensibles capataces que generalmente recurrían a la violencia en contra de quienes violaban alguna de sus impositivas reglas. Es así que estos carceleros recorrían los cursos al acecho de cualquier conducta o actitud que ellos consideraran rebelde u original, y la reprimían con la burla hiriente seguida de la amenaza terrorista, y en ocasiones pasaban directamente a la violencia. Irónicamente los bravucones, adolecentes que superaban a los demás en dos o tres años, mantenían una especie de trato cordial con aquellas bestias desalmadas que incapaces de aprender a arar, habían terminado encontrando un espacio en la docencia ecuatoriana.

En tales circunstancias, se había llegado a desarrollar una pintoresca y salvaje tradición, supongo que única en el “Centenario”. ¿En que consistía? Las tardes, antes de ingresar a las aulas, todos los alumnos nos formábamos en el patio principal (4) para escuchar la perorata de algún burócrata iracundo, o para practicar el “arte” de marchar domésticamente al ritmo marcial de la jerga de algún temible caporal. “1, 2, 3, 4… ¡levante la vista!... 1, 2, 3, 4, ¡a la de…re!... 1, 2, 3, 4… ¡izzzz….quier!... 1, 2, 3, 4… ¡media vuelta!.... 1, 2, 3, 4…. ¡media vuelta!… ¡marche!.......... ¡aaaal….tooó!”, gruñía el energúmeno como poseído por algún ente belicoso. En ocasiones, ora por la poca atención que le dábamos al zoquete, ora porque el imbécil quería saciar su necesidad de maltratar, recibíamos un castigo ejemplarizador. “¡Curso X vuelta al edificio!” berreaba el capataz. Entonces tenías que girar a tu izquierda (5) y picar a toda velocidad con rumbo a un callejón (6) que daba a la parte trasera del edificio posterior, seguir el perímetro de dicho edificio, siempre a la máxima velocidad esquivando los obstáculos y a veces saltando las vallas de ladrillos (7), hasta volver al patio principal, es decir la zona donde dio inicio la carrera. Lo interesante y preocupante del asunto era que detrás de nosotros el imbécil poseído, que se hacía llamar “inspector”, nos seguía, lanzando coces a diestra y siniestra, además de alguno que otro poco amistoso coscorrón. Para quien escapaba de la violencia del cretino era bastante jocoso, no tanto para el que recibía la patada aleve del “maestro”. Ahora bien, en el desenfreno por agarrar la delantera uno entraba a toda madre a coger la curva que daba al callejón, pero que pasa que ese piso era de baldosa, en extremo resbaladizo. Como es obvio, las consecuentes patinadas no se dejaban esperar, con más de una caída, ¡ah y entonces!, toda la manada que venía atrás a toda velocidad te venía encima, y eran unas matadas, ¡qué hijuetumadre!, pisabas cabezas, espaldas, ¡qué bestia, hijueperra!, hasta ahora me mato de la risa cada vez que lo recuerdo. Obviamente que para el que salía bien librado era chistoso, pero, para el que quedaba marcado con las pezuñas del hato no era precisamente muy agradable. Ni qué decir, del pobre infeliz que recibía la dura patada del cobarde valentón, que imaginaba que el Estado le pagaba para maltratar niños y adolescentes.

¡Qué cosas! ¡Qué Don Teodoro! ¡Qué teodoristas! Triunfos, victorias, mitificaciones, bandolerismo, fracasos, corrupción, escándalos, mucho se puede hablar del “Teodoro”, pero en general son historias comunes y corrientes, muy propias de una sociedad estancada e ignorantona. La gran mayoría de quienes sufrieron la mediocridad del sistema educativo en sus aulas se jactarán de su paso intrascendente por el Colegio alabándolo de manera servil y furibunda, amenazando a quien se atreva a denunciar las vilezas que algunos miserables cometían en sus instalaciones. Pero, como ya dije alguna vez: a quién le importa lo que diga la chusma que fue domesticada, ¿cierto? No, lo que importa es que los mitos patrioteros sean desenmascarados, que los villanos sean censurados, que sus canalladas no queden en el olvido. Lo trascendental es que se rompan los prejuicios y las tradiciones violentas, es decir, que los padres de familia asuman su responsabilidad, cuiden de sus hijos, y se preocupen porque éstos reciban una sana y buena educación.

¡Ah “Patrón Teodoro”, “Centenario”, “Gómez de la Torre”! Quizá haya sido mejor que te extinguieses. Cuántas generaciones pasaron por tus aulas como manadas gregarias con rumbo al cruel matadero; cuántas generaciones fueron castradas por ese infame sistema educativo que privilegia la tonta repetición de pérfidos mitos y verdades a medias; cuántos adolescentes fueron maltratados en tus campos sin que el verdugo reciba su castigo; cuántas verdades fueron violentadas en tus incómodos pupitres; cuántas mentiras tuvieron que sufrir tus indigentes pizarrones. Talvez, “Centenario”, también fuiste víctima de la siniestra tradición y cultura ecuatoriana, esa que desprecia la Justicia, la Razón y la Honestidad, esa que admite la violencia como una forma de imponer las mentiras del tiranuelo como si fueran verdades absolutas. También sufriste la barbarie de la infame condición humana, como cuando tus pinos fueron arrancados para deleite del bruto de turno que fungía falsa y corrupta dirección.

¡Ah Patrón Teodoro!, a pesar de todo te recuerdo con afecto, y algo de respeto, por los pocos momentos agradables que me ofreciste para contactar con la verdad, por los efímeros triunfos deportivos en tu estadio. ¡Ah Patrón Teodoro!, quizá haya sido mejor que te extinguieras, quizá haya sido mejor que te conviertas en un mito. La calidad intelectual, moral y humana de unos pocos te dio prestigio, excelencia que creó un mito en su acepción tolerable. Una leyenda que me motivó a formar parte del “Centenario”, al igual que algunos ibarreños y ecuatorianos. Una leyenda de la que ya somos parte, aquellos varones que alguna vez correteamos por los pasillos y recovecos del Colegio Nacional “Teodoro Gómez de la Torre”.



Anexo:

(1) Edificio tradicional donde funcionó inicialmente el Colegio "Teodoro Gómez de la Torre".


(2) Torreón del Colegio "Teodoro Gómez de la Torre".

(3) Instalaciones principales del que fuera Colegio Nacional "Teodoro Gómez de la Torre".



(4) Patio principal del T.G.T.


(5) Entrada/salida suroccidental del patio principal del T.G.T.


(6) Pasillo sur que da a las canchas y estadio del otrora T.G.T.



(7) Parte posterior del edificio de aulas, sur. A la derecha, un espacio que en la década de los 8o's del siglo 20, se encontraba ocupado por un esperanzador grupo de árboles de pino que han sido reemplazados por una patriótica capa de ripio.

Pdta: Misión cumplida, que no se diga que no me he acordado de mencionar al tradicional "Patrón Teodoro", aunque no exista; aunque ya sea un mito, quizá haya sido mejor; siempre se puede comentar acerca de la leyenda. ¿Cierto?


miércoles, 19 de mayo de 2010

Ibarra friéndose sin gas.

En estos últimos días Ibarra ha sido bombardeada inmisericordemente por el furibundo Dios Sol. No es por nada pero, la actual ola de calor es la más intensa de la que tengo memoria. Quizá el astro rey nos quiere dar una mano, obligándonos a considerar la energía solar como un sustituto de las tradicionales. Podría ser, más todavía considerando la vergonzosa y significativa ausencia de gas doméstico de las cocinas de los hogares ibarreños. O simplemente está cabreado con la actitud laxa que predomina en la mayoría de quienes habitan esta urbe norteña.

De veras que los ecuatoriano somos mismos; País petrolero, con barril de petróleo a casi 100 dólares; y sin embargo, los ecuatorianos, la gran mayoría ni siquiera tenemos la posibilidad de comprar una pinche bombona de gas. Según escuchaba en los noticieros locales, supuestamente se están entregando 100 bombonas por barrio, ¿con qué periodicidad?, no lo sé, pues los locutores no lo mencionaron. Por ahí, una señora me comentaba el otro día que a través del mercado negro se estaría comercializando a 5 dólares e incluso más cada cilindro repleto del escasísimo combustible.

Da coraje mirar como los malditos burócratas de la Dirección de Hidrocarburos y Petroecuador, se burlan de la desgracia y desesperación de los ibarreños (con problemas desde hace más de un mes) y ahora también de los quiteños, que de un lado a otro andan en pos de un miserable tanque de gas. Mientras eso sucede Don Rafael Correa, “¡Vuecelencia!”, el majadero del “noble corazón”, paseándose por España, ofreciendo sus "buenos oficios" a los inmigrantes ecuatorianos que en mala hora han tenido que viajar a la Puta Madre; disque interviniendo diplomáticamente ante su camarada de cagadas, Zapatero, que a punto está de descalabrar a los herederos naturales de la morisca España. Par de ¡h....p....s!

Seguro que la Manuela estaría orgullosa de las rameras y camastrones de ambigua sexualidad que han seguido su ejemplo patriótico. Desde sus palacetes burocráticos, seguramente degustando delicados entremeses, miran felices el resultado de su corrupto socialismo y torpe incompetencia: largas filas de ecuatorianos en busca de una bombona de gas, tostándose en medio de un solo canicular que los increpa por tolerar a tanto hijo de vecino y/o puta feminista.

domingo, 16 de mayo de 2010

Las Esculturas de la Discordia.

Las imágenes que incluyo en este post pertenecen a un grupo de esculturas colocadas desde hace un par de años en el Parque Germán Grijalva, zona centro sur de la ciudad de Ibarra. Desde un principio las esculturas generaron polémica fundamentalmente por la denuncia social que conciben. Para algunos de los vecinos de la zona son imágenes groseras que deben ser retiradas pues según ellos, afectan la estética del parque; mientras que otros consideran su presencia una manifestación de arte que simplemente presenta una realidad cruda y vil de una sociedad indolente, hipócrita y cruel.

A tal punto ha llegado el rechazo de las mencionadas esculturas que se han presentado formalmente pedidos al Municipio exigiendo que se proceda a retirar inmediatamente las imágenes. Irónicamente junto al parque se encuentra una Iglesia, donde la imagen de un flaco masacrado, yace, colgado de un siniestro objeto de tortura, ocupando sitio principal en los altares donde religiosamente es adorado por los parroquianos, entre ellos seguramente, los que piden la salida incondicional de las "terribles y temibles" esculturas que tanto los enfurecen y escandalizan.






martes, 11 de mayo de 2010

Reflexiones sobre la Declaración Universal de los Derechos de los Animales.


He de confesar que hasta unos cuantos días atrás desconocía la existencia de la Declaración Universal de los Derechos de los Animales. Incluso me llamó la atención que habían sido proclamados hace más de treinta años. Increíblemente la prensa, los medios tradicionales, los centros de negocios informativos, y los Estados en general, de manera sospechosa los habían soslayados o simplemente ignorado.

Muy descriptivo de la clase de gobernantes y autoridades públicas, resulta por ejemplo, que este conjunto de apotegmas no se encuentren incluidos detalladamente (como están redactados de manera clara, objetiva y frontal en la declaración) en las diferentes constituciones de los países, y me refiero específicamente a los de Latinoamérica. Muy descriptivo de los sacrificados patriotas y burócratas que engordan gulosamente gracias a su adorada corrupción.

A lo largo de la historia de la humanidad, más de un ser humano honrosamente diferente ha protestado con virtuosa vehemencia en contra del brutal trato que reciben los animales por parte del común y corriente bípedo humanoide. En respuesta ha recibido burlas, menosprecio y hasta violencia de parte de los segmentos estultos de la sociedad y de la burocracia estatal. La humanidad ha cometido verdaderos genocidios en contra de muchas especies, hasta el punto de desaparecer algunas y poner en peligro de extinción a otras, generalmente debido a la depredación sanguinaria excusada en un supuesto derecho a “explotar el recurso”, un mandato divino, o simplemente el ejercicio sádico de la tortura y el placer malsano por el dolor ajeno.

Lamentablemente los esfuerzos de aquellos seres virtuosos por impedir el maltrato y la nefanda masacre no han alcanzado los niveles óptimos que la gente inteligente y decente desearía. Es difícil competir con ciertos dogmas religiosos que justifican la barbarie, o consideran al hombre el centro del Universo, mientras las “bestias del campo” son presentadas como simple alimento o recurso manipulable a favor del Adán hecho a imagen y semejanza del Dios religioso. Así como también es difícil combatir la codicia mercantilista, la explotación irracional, la carencia de ética, y un aspecto polémico pero certero, la necesidad de alimentos, cada vez más en aumento debido a una especie humana que se reproduce maquinal e irresponsablemente. Y que decir de la cretina vanidad de aquellos “ricos y famosos”, gente saturada de prejuicios, emperifollada visualmente, pero vacía e insípida espiritualmente.

Con la justificación del Antropocentrismo, una doctrina humanista absolutista, irónicamente defendida por ateos y religiosos, los animales, domésticos y libres (salvajes), han sido víctimas de las peores infamias y sevicias que un ser vivo con un sistema nervioso desarrollado pueda recibir de parte de otro, supuestamente consciente. De manera torpe, si no malignamente, los hijos de la ambición y los emprendedores de la expoliación genocida, intentan idealizar su sevicia y perversidad con términos y expresiones maquiavélicas como: “Dios te lo dio todo, ovejas y bueyes, así como también las bestias del campo, todo lo puso debajo de tus pies”, u otras más estrambóticas como “la conquista de la Naturaleza”.

El ser humano es un animal, hombres y mujeres somos animales, no podemos huir o escapar de esa realidad, nuestras características físicas son evidencias incuestionables que demuestran aquella innegable verdad. La consciencia que tenemos de la realidad y que supuestamente nos diferencia del resto de animales, no es una prerrogativa que ofrezca patente de corso para “dejar hacer o dejar pasar” como a tal o cual le dé la regalada gana. Todo lo contrario, aquella consciencia, aquella capacidad para pensar y discernir implica una gran responsabilidad, que lamentablemente la gran mayoría de seres humanos no han sabido asumir, quizá debido a que la mayoría renunció a esta opción que significa Evolución, pero fundamentalmente debido a la influencia nociva de ciertos sofismas imperantes y en gran medida a la pervertida condición humana de una masa incapaz de cuestionar sus acciones repletas de sinrazón.

La calidad de seres inherentes a la Naturaleza es una verdad, mientras que el supuesto derecho divino solo está respaldado por convicciones de orden religiosa, apetitos concupiscentes y manifestaciones de odioso sadismo.

La violencia en contra de la Naturaleza solamente es una manifestación más de la conducta autodestructiva de la condición tradicional de los seres humanos. Con el cuento maquiavélico del desarrollo sostenible se destroza bosques vírgenes y especies nativas, solo para que unos cuantos puedan saciar su sed irrefrenable e insaciable de riqueza material. Con la excusa estafadora del mejoramiento de la calidad de vida para los pueblos tercermundistas se destruye lo único con lo que cuentan aquellos pueblos: su hábitat nativo. Perversa y tramposamente se justifica la destrucción con el cuento mentiroso del desarrollo económico y la justicia social. Pero la evidencia histórica demuestra que después de la rapiña de los bienes naturales los pueblos siguen viviendo en la miseria, con la gran diferencia de que los ambientes repletos de vida han dado paso a desiertos y cementerios contaminados.

La calidad de una sociedad se la puede determinar por el cariño y respeto que esta siente por la Naturaleza; es una gran verdad. La protección de los ríos, de los páramos, el respeto en favor de los animales, por los mamíferos y aves, por los peces e inclusive los insectos que cumplen una función fundamental para el mantenimiento de la vida en el planeta, son parámetros, factores, indicadores de la calidad de los pueblos, de su gente y del propio Estado. Es obvio concluir que un Estado y una sociedad que admiten la depredación de los bosques vírgenes, permiten la pesca indiscriminada hasta niveles de extinción, justifican la destrucción de la flora y fauna nativas de zonas únicas que han tardado millones de años en alcanzar equilibrios ecológicos maravillosos, son Estados y sociedades que se han mantenido estancados y por lo mismos sus sistemas e integrantes o la mayoría de éstos, están descompuestos o enfermos.

Qué hacer para frenar tanta estupidez, brutalidad, codicia y malicia. A veces parecería que cualquier esfuerzo es infructuoso frente a la desidia y el menosprecio de la sociedad y sus sistemas. El camino por concienciar a la gente es muy difícil, más todavía considerando que muchos están convencidos que los animales son simples artefactos o juguetes que pueden ser agredidos o manipulados impunemente, y a otros simplemente les importa un bledo. El maquiavelismo humano, los malsanos intereses, la codicia, las doctrinas políticas destructoras (socialismo, conservadurismo), los sofismas impuestos a sangre, tortura y fuego, han construido una estructura social, cultural, económica, educativa, jurídica, etc., basadas en la mentira, la depredación y la violencia. Los dueños del sistema mueven sus cuerdas y la mayoría de individuos de la falsa civilización se limitan a moverse como marionetas siguiendo los ritmos impuestos por sus adulados amos y brutales capataces. Excusas para justificar la barbarie sobran; “no estoy de acuerdo con las corridas de toros”, dicen, pero enseguida sueltan, “pero respeto el derecho de los que disfrutan la tortura a los toros”. Hablan de la “propiedad”, llevando un asunto puramente moral al ámbito del burdo y vulgar comercio. Nos dicen que los animales no tienen alma, simplemente basados en sus creencias religiosas, y basados en esas mismas creencias aducen que los seres humanos si la tenemos, creencias que están sustentadas exclusivamente en la fe que tienen en los dogmas desarrollados por los dueños de la religión, simples individuos comunes y corrientes. Me pregunto, esa condición de alma propia de los seres humanos, ¿le da derecho al hombre mundano a depredar los mares, las selvas, los valles, la sociedad misma?, y en virtud de aquella característica supuestamente monopólica del Hombre, ¿se justifican los repetitivos holocaustos, conquistas y genocidios cometidos por hombres con alma en contra de hombres con alma? Fácil concluir que si el hombre común y corriente es incapaz de respetar a individuos de su propia especie, menos lo hará con seres vivos de otras especies.

Sin embargo, como ya mencioné, y es fácil comprobar, existen seres humanos diferentes, honrosamente diferentes, que conscientes de su derecho a convivir en ambientes de justicia, libertad y bienestar han dedicado sus vidas voluntariamente a la noble tarea de proteger y abogar por la Naturaleza y por todas las criaturas, aquellas que ciertamente sienten, incluidas el propio hombre. Aquello es esperanzador. Personas que entienden perfectamente que el hombre no puede entenderse como un elemento al margen de una realidad natural, sino como una parte integral del Universo, y por ende de la Naturaleza.

Desde La Cueva de Saulo, mi aprecio y respeto para aquellos seres inteligentes que actúan por principios morales y que aman la belleza sublime de la madre Naturaleza.