martes, 16 de febrero de 2010
Carnaval, partidocracia, los “pelucas” y el gobierno del domingo.
Quito, sur de la ciudad, avenida Mariscal Sucre, sector adjunto al barrio Solanda; un día muy similar a este, no solamente por el ligero frío y el cielo parcialmente nublado que viste a la capital de Imbabura, sino, por tratarse del último día del feriado de carnaval; solo que diez o doce años atrás. Luego de despedirme, había estado en la casa de mi hermano, dirigí curso con rumbo a mi natal Ibarra. Sin mayor apuro, empecé a caminar hacia una de las paradas de bus ubicadas en aquella zona. El sector se veía particularmente desierto, a pesar de tratarse de más o menos las diez de la mañana.
Luego de transcurrir cinco o seis minutos llegué a una visera, de esas que sirven de parada, señalamiento y resguardo, en la espera de algún vehículo público que me transporte hacia el norte de Quito. Pasaron cinco minutos y nada, luego diez y nada que bus o colectivo, ni siquiera un mendigo taxi. Aburrido me perdí en la nada, cuando de repente mi mirada se fijó en una persona que se encontraba al otro lado de la avenida. Se trataba de una joven mujer, con rasgos que me atrevería a calificar propios de una quiteña popular. Parecía, al igual que Yo, estar esperando un transporte que la condujera, en su caso, más al sur de la ciudad.
Al girar mi rostro azarosamente a la derecha noté que a no menos de diez metros de la mujer, se movilizaban con rumbo a ella, una caterva de cuatro sujetos de características escandalosas y rostros indígenas. Sonriendo cretinamente el cuarteto cruzó por detrás de la mujer, que prefirió ignorar su presencia alborotadora.
Parecía que el asunto terminaría siendo un hecho apático, sin ninguna trascendencia, cuando de repente, uno de los energúmenos, se dio vuelta y armado de un globo inflado con agua, se acercó a la mujer y le descargó en el rostro un golpe brutal con aquel objeto. La mujer sacada de su tranquilidad por el golpe bestial, apenas pudo emitir un susurro de dolor y espanto, pues la frialdad del agua bañándole indolentemente el rostro y empapando su cuerpo, de alguna manera la abstrajo de la cobarde agresión.
Mientras la pobre mujer inclinaba su rostro hacia adelante intentado evitar que el resto del agua chorrease a su torso, el grupo de canallas malvivientes se alejaban risoteando imbécilmente, satisfechos de su salvajismo.
Desde mi posición no podía creer la agresión de la que había sido testigo; la sorpresa y rechazo cobró notas de indignación cuando pude constatar que la boca de la pobre chica se pintaba de un líquido rojizo que parecía desfilar justamente en el lugar más frágil donde la violencia del objeto había golpeado con más dureza.
Mientras la pobre mujer seguramente se preguntaba espantada y adolorida, “¡por qué?”, un bus apareció de no sé donde; sin mediar espera, subí al vehículo y mientras me alejaba ya sentado, la imagen brutal se repetía en mi mente, al tiempo que contrariado, cuestionaba al mundo y a sus hijos, ¡por qué tanta estupidez y violencia!
La anécdota es apenas una de las múltiples muestras de violencia que se repiten año tras año durante estas épocas de las llamadas fiestas de Carnaval, días entre los cuales la sociedad mundana además de agredirse festeja el hipócrita y comercial día del amor y la amistad. Ejemplos aberrantes, realidades expresivas, que demuestran el irrespeto, el folklore ignorante y la cultura aleve que predominan en algunos segmentos de la sociedad ecuatoriana.
Es, por esas razones que, en estas épocas de torpeza e involución, prefiero quedarme en casa; y hoy, no ha sido la excepción. En tales circunstancias, buscando algo que ver en la caja para tontos, me encontré en el canal de la Universidad Técnica del Norte (aunque tácitamente esos recursos estatales son propiedad de un miserable politiquero seudo comunista, que los usa a gusto y antojo), con un documental sobre la historia de los clanes japoneses, donde samuráis, señores feudales y emperadores se entremezclaban en luchas fratricidas y conceptos de honor y heroísmo capciosos y desnaturalizados. Un documental bastante interesante, que ya lo ha había visto en varias oportunidades en el mismo canal, lo que me lleva a presumir que los archivos de la videoteca de aquella “universidad” no han sido actualizados últimamente.
Mientras el Emperador, digamos que Sangoku, luchaba encarnizadamente por consolidar el clan Tokugahua contra, digamos que el señor feudal Akira Pikoro, decidí usar el control remoto y de sopetón fui a caer en el guacharnaco canal Uno.
En aquellos momentos se desarrollaba un programa de disque opinión que respondía al nombre de: El Gobierno del Domingo. Solamente el título demagógico y patriotero empezó a dibujarme una idea más o menos acertada de cómo se movían las damas y peones en aquel juego sucio de: “quién es el dueño de la verdad o cuál es nuestro tiranuelo favorito”. Una nueva prueba contundente se mostró al constatar los nombres de los patriotas panelistas: Como moderador se presentaba un individuo de apellido Monge, presidente de la Cámara de Acuacultura, es decir, un anticorreísta; panelista 1, una vieja guasona, que respondía a los nombres de Carol Murillo, creo, escribidora del diario correano “El Telégrafo”, una descarada correísta; panelista 2, el viejo rabo verde Carlos Vera, ex correista, ex gacetillero de honorarios dorados, y actual politicastro nebotciano, por lo mismo anticorreísta; panelista 3, un flaquito rebuscado y sabelotodo, de apellido Flores, me parece, también escribidor en “El Telégrafo”, consecuentemente correísta; y finalmente, panelista 4, un remedo de Tres Patines, con el perdón de Leopoldo Fernández por la comparación; asambleísta sumiso de Alvaro Noboa, un energúmeno que suele hacer gala de un sentido del humor grotesco y remilgado muy similar a su detestable servilismo, un tipejo de apellido Baquerizo, anticorreísta. Esos, los febriles panelistas. Los típicos representantes de la sucia partidocracia y las “élites pelucas”. Pero, ¿y el panelista representante de la gente decente e inteligente de este País?
A pesar del “aprecio y consideración” que siento por este tipo de famosos y famosas, me abstuve por unos momentos de volver a los interesantes enfrentamientos y solemnidades de los samuráis de antaño y decidí constatar por unos instantes, hasta donde podía llegar el servilismo y la desvergüenza de semejantes patriotas sumisos y obedientes a sus respectivos señores feudales ora conservadores, ora socialistas. Después de todo siempre se puede reír no tanto con las frivolidades de los pésimos histriones, aunque siempre sí de los burdos payasos.
Para no entrar en detalles, pues no valen la pena, digamos que, en resumen, se trató de un capítulo más de ese culebrón vulgar y repulsivo llamado “Correístas versus Anticorreístas”; de manera que carece de sentido e importancia lo que uno y otro, serviles, masculló o vociferó en su momento. Pero, sí es interesante y expresivo notar como ese sainete cabaretero impuesto por los dueños de la Opinión Pública tradicional, llámense partidocracia, “élites pelucas”, medios “libres e independientes”, bancocracia, etc., etc., etc., se consolida y sacramenta día a día.
Cuando lo lógico y moral sería que los ciudadanos decentes e inteligentes, sean los que se enfrenten a la partidocracia y sus amantes; es decir, para usar una figura de dualismo; un enfrentamiento entre los buenos y los malos; una discusión civilizada entre personas honradas y los patriotas de la partidocracia; un debate entre quienes no son ni quieren ser parte de las mafias de politicastros, y precisamente los politiqueros ora socialistas, ora neoconservadores; pues, resulta que no se puede porque los dueños de la verdad y los medios, privados o públicos, imponen sus agendas tendenciosas, y deciden que se hace o no se hace; qué se discute o no; o mejor como dicen los neoconservadores del mercantilismo “dejan hacer y dejan pasar”…. a los hijos de la partidocracia y sus adúlteros amantes; en tanto, les niegan sus derechos a expresarse con libertad y garantías a los ecuatorianos que rechazan este juego siniestro, repugnante e inmoral que algunos llaman “Política”.
Nadie de los líderes tradicionales se queja por este atropello, es lógico y natural son beneficiarios de este estado de cosas inmoral. Nadie convoca a marchas. Nadie protesta en contra de los primos conservadores y su campaña amoral dirigida a hacerse pasar por liberales, a pesar del ridículo que hacen, pues, la cruz de tortura los desenmascara; y que decir de los socialistas con sus formas aberrantes de “democracia”, y su apetito guloso por la propiedad ajena; ambos bandos, deliberadamente, felices en el monopolio del sistema político, al que han degenerado; ambas mafias, propietarias exclusivas de las formas tradicionales de hacer Opinión Pública.
Nadie reclama, salvo alguno que otro irreverente, impopular e inculto ciudadano, que entiende al Liberalismo como una doctrina filosófica sustentada en Naturaleza y Moral; y no como esos, que solo lo ven como una excusa para engordar y mercadear dejando hacer y dejando pasar solamente aquello que conviene a sus conservadores y religiosos intereses.
Luego de transcurrir cinco o seis minutos llegué a una visera, de esas que sirven de parada, señalamiento y resguardo, en la espera de algún vehículo público que me transporte hacia el norte de Quito. Pasaron cinco minutos y nada, luego diez y nada que bus o colectivo, ni siquiera un mendigo taxi. Aburrido me perdí en la nada, cuando de repente mi mirada se fijó en una persona que se encontraba al otro lado de la avenida. Se trataba de una joven mujer, con rasgos que me atrevería a calificar propios de una quiteña popular. Parecía, al igual que Yo, estar esperando un transporte que la condujera, en su caso, más al sur de la ciudad.
Al girar mi rostro azarosamente a la derecha noté que a no menos de diez metros de la mujer, se movilizaban con rumbo a ella, una caterva de cuatro sujetos de características escandalosas y rostros indígenas. Sonriendo cretinamente el cuarteto cruzó por detrás de la mujer, que prefirió ignorar su presencia alborotadora.
Parecía que el asunto terminaría siendo un hecho apático, sin ninguna trascendencia, cuando de repente, uno de los energúmenos, se dio vuelta y armado de un globo inflado con agua, se acercó a la mujer y le descargó en el rostro un golpe brutal con aquel objeto. La mujer sacada de su tranquilidad por el golpe bestial, apenas pudo emitir un susurro de dolor y espanto, pues la frialdad del agua bañándole indolentemente el rostro y empapando su cuerpo, de alguna manera la abstrajo de la cobarde agresión.
Mientras la pobre mujer inclinaba su rostro hacia adelante intentado evitar que el resto del agua chorrease a su torso, el grupo de canallas malvivientes se alejaban risoteando imbécilmente, satisfechos de su salvajismo.
Desde mi posición no podía creer la agresión de la que había sido testigo; la sorpresa y rechazo cobró notas de indignación cuando pude constatar que la boca de la pobre chica se pintaba de un líquido rojizo que parecía desfilar justamente en el lugar más frágil donde la violencia del objeto había golpeado con más dureza.
Mientras la pobre mujer seguramente se preguntaba espantada y adolorida, “¡por qué?”, un bus apareció de no sé donde; sin mediar espera, subí al vehículo y mientras me alejaba ya sentado, la imagen brutal se repetía en mi mente, al tiempo que contrariado, cuestionaba al mundo y a sus hijos, ¡por qué tanta estupidez y violencia!
La anécdota es apenas una de las múltiples muestras de violencia que se repiten año tras año durante estas épocas de las llamadas fiestas de Carnaval, días entre los cuales la sociedad mundana además de agredirse festeja el hipócrita y comercial día del amor y la amistad. Ejemplos aberrantes, realidades expresivas, que demuestran el irrespeto, el folklore ignorante y la cultura aleve que predominan en algunos segmentos de la sociedad ecuatoriana.
Es, por esas razones que, en estas épocas de torpeza e involución, prefiero quedarme en casa; y hoy, no ha sido la excepción. En tales circunstancias, buscando algo que ver en la caja para tontos, me encontré en el canal de la Universidad Técnica del Norte (aunque tácitamente esos recursos estatales son propiedad de un miserable politiquero seudo comunista, que los usa a gusto y antojo), con un documental sobre la historia de los clanes japoneses, donde samuráis, señores feudales y emperadores se entremezclaban en luchas fratricidas y conceptos de honor y heroísmo capciosos y desnaturalizados. Un documental bastante interesante, que ya lo ha había visto en varias oportunidades en el mismo canal, lo que me lleva a presumir que los archivos de la videoteca de aquella “universidad” no han sido actualizados últimamente.
Mientras el Emperador, digamos que Sangoku, luchaba encarnizadamente por consolidar el clan Tokugahua contra, digamos que el señor feudal Akira Pikoro, decidí usar el control remoto y de sopetón fui a caer en el guacharnaco canal Uno.
En aquellos momentos se desarrollaba un programa de disque opinión que respondía al nombre de: El Gobierno del Domingo. Solamente el título demagógico y patriotero empezó a dibujarme una idea más o menos acertada de cómo se movían las damas y peones en aquel juego sucio de: “quién es el dueño de la verdad o cuál es nuestro tiranuelo favorito”. Una nueva prueba contundente se mostró al constatar los nombres de los patriotas panelistas: Como moderador se presentaba un individuo de apellido Monge, presidente de la Cámara de Acuacultura, es decir, un anticorreísta; panelista 1, una vieja guasona, que respondía a los nombres de Carol Murillo, creo, escribidora del diario correano “El Telégrafo”, una descarada correísta; panelista 2, el viejo rabo verde Carlos Vera, ex correista, ex gacetillero de honorarios dorados, y actual politicastro nebotciano, por lo mismo anticorreísta; panelista 3, un flaquito rebuscado y sabelotodo, de apellido Flores, me parece, también escribidor en “El Telégrafo”, consecuentemente correísta; y finalmente, panelista 4, un remedo de Tres Patines, con el perdón de Leopoldo Fernández por la comparación; asambleísta sumiso de Alvaro Noboa, un energúmeno que suele hacer gala de un sentido del humor grotesco y remilgado muy similar a su detestable servilismo, un tipejo de apellido Baquerizo, anticorreísta. Esos, los febriles panelistas. Los típicos representantes de la sucia partidocracia y las “élites pelucas”. Pero, ¿y el panelista representante de la gente decente e inteligente de este País?
A pesar del “aprecio y consideración” que siento por este tipo de famosos y famosas, me abstuve por unos momentos de volver a los interesantes enfrentamientos y solemnidades de los samuráis de antaño y decidí constatar por unos instantes, hasta donde podía llegar el servilismo y la desvergüenza de semejantes patriotas sumisos y obedientes a sus respectivos señores feudales ora conservadores, ora socialistas. Después de todo siempre se puede reír no tanto con las frivolidades de los pésimos histriones, aunque siempre sí de los burdos payasos.
Para no entrar en detalles, pues no valen la pena, digamos que, en resumen, se trató de un capítulo más de ese culebrón vulgar y repulsivo llamado “Correístas versus Anticorreístas”; de manera que carece de sentido e importancia lo que uno y otro, serviles, masculló o vociferó en su momento. Pero, sí es interesante y expresivo notar como ese sainete cabaretero impuesto por los dueños de la Opinión Pública tradicional, llámense partidocracia, “élites pelucas”, medios “libres e independientes”, bancocracia, etc., etc., etc., se consolida y sacramenta día a día.
Cuando lo lógico y moral sería que los ciudadanos decentes e inteligentes, sean los que se enfrenten a la partidocracia y sus amantes; es decir, para usar una figura de dualismo; un enfrentamiento entre los buenos y los malos; una discusión civilizada entre personas honradas y los patriotas de la partidocracia; un debate entre quienes no son ni quieren ser parte de las mafias de politicastros, y precisamente los politiqueros ora socialistas, ora neoconservadores; pues, resulta que no se puede porque los dueños de la verdad y los medios, privados o públicos, imponen sus agendas tendenciosas, y deciden que se hace o no se hace; qué se discute o no; o mejor como dicen los neoconservadores del mercantilismo “dejan hacer y dejan pasar”…. a los hijos de la partidocracia y sus adúlteros amantes; en tanto, les niegan sus derechos a expresarse con libertad y garantías a los ecuatorianos que rechazan este juego siniestro, repugnante e inmoral que algunos llaman “Política”.
Nadie de los líderes tradicionales se queja por este atropello, es lógico y natural son beneficiarios de este estado de cosas inmoral. Nadie convoca a marchas. Nadie protesta en contra de los primos conservadores y su campaña amoral dirigida a hacerse pasar por liberales, a pesar del ridículo que hacen, pues, la cruz de tortura los desenmascara; y que decir de los socialistas con sus formas aberrantes de “democracia”, y su apetito guloso por la propiedad ajena; ambos bandos, deliberadamente, felices en el monopolio del sistema político, al que han degenerado; ambas mafias, propietarias exclusivas de las formas tradicionales de hacer Opinión Pública.
Nadie reclama, salvo alguno que otro irreverente, impopular e inculto ciudadano, que entiende al Liberalismo como una doctrina filosófica sustentada en Naturaleza y Moral; y no como esos, que solo lo ven como una excusa para engordar y mercadear dejando hacer y dejando pasar solamente aquello que conviene a sus conservadores y religiosos intereses.
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5 comentarios:
Saulo,
En lo referido a las actuaciones batracias y salvajes que se fomentan "jugando carnaval", y tras haber sufrido varias horas de irresponsables (gente en moto lanzándose vejigazos haciendo "eses" por el carretero, niños cruzándose por delante de los carros para lanzar cubetas de agua con tinta china...) actos de vandalismo contra el vehículo en que me desplazaba de la sierra a Guayaquil, coincido 110% con tu apreciación. Terrible el episodio de vejación infame que describes con la muchacha.
Con respecto al programita, no lo vi, pero ciertamente me imagino el edor que despedía... sólo pensar en Carol Murillo y Xaflag en un mismo escenario ya provoca la correspondiente naúsea con arrebato de reflujo intestinal. Baquerizo es un tipo que me cae simàtico, (aunque no simpatizo con el, suele tener cierta mordacidaz que a veces se echa en falta) y Vera, en su nuevo rol de invitado, de momento, no da la talla. le faltan el empaque y la cintura taurina (ya sé que ese tema de la fiesta no te agrada pero como metáfora está bien) que aparentaba manejar cuando estaba del otro lado del escritorio.
Con respecto a las agendas impuestas por los dueños de los medios, no coincido contigo. El poder ciudadano está en el control remoto. Nadie está obligado a presenciar, peor a financiar, estos shows. Un debate entre "simples ciudadanos" de la calle podría tener su espacio marginal, pero dudo que disfrute de audiencias significativas. No creo, por tanto, que se le estén negando derechos de expresión a dichos ciudadans. En mi opinión, no más es un asunto de relleno de parrilla con "producción nacional" barata, sin que pueda tachársela de "partidista" (con las presiones gobiernistas que eso acarrearía), por culpa de unas leyes draconianas que obligan a que exita telebasura y frecuencias mal repartidas.
El juego con agua debe ser jugado entre los que quieran puertas adentro y no salir a golpear con agua al primero que pase.
Coommo dices es asunto de cultura y educacion. Cuando les entro.
Sobre el mnopolio de la op. publica no es de ahora fue siempre.
Tenemos que empezar a pensar por nosotros mismos y tener mas tiempo apagada la tv.
Saludos desde el anonimato.
Juan; es notorio que los serviles y lameculos de Rafael Correa No te simpatizan en lo absoluto; sin embargo, eres tolerante y hasta comprensivo con los serviles de Nebot y Noboa. No me sorprende, pues en más de una oportunidad has señalado tus preferencias respecto de las opiniones sesgadas, parciales y carentes de objetividad, como aquellas, que suelen presentarse en la totalidad de los programas de opinión donde solamente asisten los testaferros de la partidocracia y las “élites pelucas”.
Criticar los abusos de Correa, pero callar ante las alevosías de Nebot, como lo hacen los anticorreístas; o viceversa, criticar la corrupción de Nebot, pero callar ante la inmoralidad de Correa como lo hacen los correístas, entre otras cosas, son evidentes contradicciones. No es cuestión de salvarse con el cuento de: “yo opino sobre lo que me da la gana”.
Si así fuese el caso entonces, en virtud de lo poco bueno que pudo haber hecho Correa, “dejémosle hacer y dejémosle pasar”, así como los nebotcistas lo hacen con el siniestro alcaide de Guayaquil. Cuestiones con las que no estoy de acuerdo.
Ya mencioné alguna vez que voté por Correa en la segunda vuelta, cuando fue elegido para su primer mandato. Lo hice para evitar que un bruto como Álvaro Noboa compre la presidencia y por dos razones que voy a abstenerme de comentarlas, y que debo señalar, el “mudo” las ha cumplido. Dos razones con las cuales muchos ecuatorianos, posiblemente la mayoría, estaban de acuerdo. Sin embargo, no por eso, estoy dispuesto aceptar las corruptelas, picardías y abusos del “mudo”.
Lo bueno no justifica lo malo, Juan.
"Con respecto a las agendas impuestas por los dueños de los medios, no coincido contigo. El poder ciudadano está en el control remoto. Nadie está obligado a presenciar, peor a financiar, estos shows. Un debate entre "simples ciudadanos" de la calle podría tener su espacio marginal"
A ver el asunto es el siguiente: Los dueños de aquellos medios, una y otra vez usan a sus testaferros del gacetillerrismo para decirnos, a nosotros simples civiles marginales, una y otra vez, que son medios pluralistas, independientes, libres, imparciales, bla, bla, bla, bla, ....; pero el rato de los ratos resulta que ni son pluralistas, ni son imparciales.
¿Contradicción?, ¡no!, consecuencia.
Cómo, minimizar la posibilidad de escuchar a una persona decente e inteligente. Ah, obviamente, no sería el circo grosero y vulgar al que muchos están acostumbrados y que tanto festejan otros.
Pero, si al final todo se trata de sacar plata dándole de comer basura a la chusma estúpida, pues entonces, "dejémosles hacer hacer y dejémosles pasar" a los dueños de la prensa "libre e independiente" y a sus serviles testaferros.
Juan; es notorio que los serviles y lameculos de Rafael Correa No te simpatizan en lo absoluto; sin embargo, eres tolerante y hasta comprensivo con los serviles de Nebot y Noboa. No me sorprende, pues en más de una oportunidad has señalado tus preferencias respecto de las opiniones sesgadas, parciales y carentes de objetividad, como aquellas, que suelen presentarse en la totalidad de los programas de opinión donde solamente asisten los testaferros de la partidocracia y las “élites pelucas”.
Saulo, es notorio que no me simpatizan los serviles lameculos de ninguna especie. Ni tolerante ni comprensivo con ningún servil. He criticado muchas cuestiones de Nebot en mi blog y en otros foros como Guayaquil Insumiso. Le reconozco, como es normal, muchos méritos, entre otros el de pararse ante esta arremetida correísta y no haberse vendido al modelo a cambio de simpatías y presupuesto como han hecho y harán la gran mayoría de alcaldes y prefectos, incluyendo al decepcionante Jairala a quien en medios del correísmo le consideran “uno de los nuestros” (un correísta más al servicio de su majestad por un plato de lentejas). Para mí él debería haber sido el proyecto de candidato de consenso unificado de unidad ante el correísmo para las presidenciales 2013, no Carlos Vera, no Nebot, sino él. Una pena porque lo conozco personalmente y sé que es un caballero con buenas intenciones pero, posiblemente, demasiado pragmático (ha decidido no quemarse en una lucha de enfrentamiento, doblar la testuz y plegarse al poder populista.
Mi preferencia siempre será por opiniones fundadas PARCIALES Y SUBJETIVAS, defendidas con apasionamiento y fortaleza moral y argumentativa, porque la imparcialidad y la objetividad son quimeras inservibles en periodismo… además de ser tediosamente aburridas.
Espero que se haya aclarado “mi posición”. TU comentario me daba a entender que no la había dejado clara.
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