viernes, 19 de diciembre de 2008

La Resistencia Civil de los Pueblos contra la codicia minera y la corrupción politica.



Ciertamente la defensa propia es un derecho irrenunciable, una manifestación moral fundamental. Resistir y confrontar aquella estupidez y violencia que amenaza con destruir nuestro justo estilo de vida o erosionar gravemente el modesto bienestar del que gozamos, es un derecho universal. Un acto moral, fundamentalmente. Nadie puede obligarnos a hacer o aceptar, aquello que finalmente terminará por destruirnos.

Así como me sentí moralmente satisfecho mirando las manifestaciones cívicas, de verdadero y enaltecedor civismo, de los ecuatorianos que en su momento echaron del poder a ciertos delincuentes disfrazados de políticos que en mala hora a base de engaños y mentiras se colaron en la Presidencia de la República, así también, me sentí y siento conforme y solidario con los ecuatorianos, en su mayoría comunidades nativas del sur, que en este momento están luchando valientemente contra la posibilidad de que la codiciosa y avarienta actividad minera terminen por destruir sus ambientes sociales y naturales, en los que actualmente viven y que heredaron de sus ancestros por tiempos inmemoriales.

Nadie, nadie tienen derecho a cuestionar la prerrogativa irrenunciable de estos ecuatorianos a defenderse de las arremetidas demenciales del Héroe del Dayuma y de la campaña malintencionada de los grandes beneficiarios de la explotación minera.

La posición asumida por el Gobierno del Relajo ciudadano, en el trato que ha dado al asunto minero demuestra una vez más lo equivocada que estuvo la gente al votar por la malhadada constitución correista, verdadero mamotreto inextricable e inmoral; así como también el grave error que significa seguir confiando religiosamente en el demente de la sonrisa descarada.

Sobre la base de un falso desarrollo económico, no se puede justificar la depredación brutal de la naturaleza y peor todavía la posibilidad de destruir la poca calidad de vida de los habitantes nativos de aquellas zonas.

El Tirano mendaz se ha mostrado una vez más, en su real y nefasta calaña. Sus jorgas de alcahuetes, cortesanos y bailarines, se han revelado otra vez, infamemente ensalzando de manera servil las imposiciones dictatoriales del temible Amado Líder.

Nada bueno se puede esperar del Guasón descriteriado. Menos todavía de esas bazofias que nadan viciosamente en ese pozo pútrido de bajas pasiones llamado Congresillo.

Frente a esta realidad las manifestaciones corajudas y cívicas de los ciudadanos son las únicas armas nobles que tienen los ecuatorianos honestos para combatir la violenta estupidez y la corrupción descarada de los seudo comunistas actualmente en el poder y de sus ambiciosos socios estratégicos.

El derecho a la vida de las personas es una garantía universal. El derecho a existir en ambientes naturales sanos, no es negociable. La protección y defensa de los ecosistemas, de su flora y fauna, son prioridades fundamentales.

Mi completo apoyo a las manifestaciones honestas y valientes de los ecuatorianos que en este momento están defendiendo sus vidas ante el abuso terrorista de los grandes intereses económicos de la codicia y la barbarie. Mi respaldo a todos aquellos hombres y mujeres que se han levantado lícita y públicamente contra la prepotencia y arbitrariedad del Héroe de Dayuma.

No están solos, amigos ecuatorianos que aman y respetan la naturaleza. No están solos. Existen muchos ecuatorianos que nos solidarizamos y respaldamos frontalmente su lucha, su derecho a existir, su privilegio como ciudadanos a levantarse contra el Tirano y su séquito de rufianes. No importa que las ratas asambleístas maliciosamente hayan conspirado en aquel mamotreto grosero mal llamado Constitución, contra los derechos y garantías de los ciudadanos. La defensa propia, el derecho a al vida, la protección de la naturaleza, son instituciones universales que nadie podrá limitarnos o restringirnos. Nuevamente mi solidaridad y respeto por la valentía y frontalidad con que han asumido esta justa causa. No lo olviden: Los ecuatorianos inteligentes, honrados y decentes de este País los apoyan.


martes, 16 de diciembre de 2008

El Final del último Gran Dinosaurio del siglo XX.



Recuerdo que en mis épocas de adolescente admiraba a León Febres Cordero, LFC, aunque debo aclarar que en aquellas épocas, también, ingenuamente pensaba que la dictadura socialista era la solución a los problemas causados por la dictadura oligarca.

La espectacular tarea fiscalizadora que LFC realizó en la mamarrachada de Gobierno de Osvaldo Hurtado, lo presentó como un hombre público diferente al tradicional pillo politiquero.

La fuerza de su carácter y su discurso vehemente en contra de la corrupción, así como su aparente éxito en los negocios, hizo que muchas personas confiaran en que finalmente LFC, sería “El Político” que enrumbaría por senderos de progreso al País.

Lamentablemente, su Gobierno, no fue lo que las personas decentes hubieran deseado. Violencia política, terrorismo de estado, corrupción pública, interferencia notoria en las demás funciones del estado, mala gestión pública, pésima administración de la economía nacional, protección e impunidad para los profesionales del peculado y la concusión, fueron algunas de las características de lo que se dio en llamar el Gobierno de la Reconstrucción Nacional.

El ofrecimiento que sirvió de adagio en la campaña electoral, “Pan, Techo y Empleo”, fue un espejismo, pues salvo la gente vinculada directamente con su gobierno, que ciertamente obtuvieron muchísimas prebendas del despelote socialcristiano, los demás, la mayoría de los ecuatorianos, la pasaron muy mal.

Febres Cordero tuvo la oportunidad de marcar la diferencia, pero, en su desesperación por intervenir en política cometió un craso error, se afilió al Partido Socialcristiano. Un error que terminaría marcándolo en su vida y manchándola para siempre en los anales verdaderos de la historia. Como la esponja que absorbe el agua que se halla a su paso, así aquella tendencia política curuchupa y corrupta, terminó chupando todas las buenas intenciones que pudo haber tenido LFC, dejando exclusivamente al individuo violento, intolerante, grosero, patán y prepotente que todos conocemos o conocíamos.

En alguna oportunidad, fastidiado de la influencia perniciosa que sus decisiones tras bastidores generaban en la vida pública nacional, llegué a incluirlo junto a Velasco Ibarra, Asaad Bucaram Ehmalin, en la lista de: Los tres personajes más nefastos del siglo XX en el Ecuador. ¿Por qué? Porque estos tres fieles representantes de los funestos Patriarcas de la Componenda Nacional abrieron la puerta de par en par, para que las mafias de turno y sus parentelas enviciadas por la más sucia concupiscencia, asaltaran lujuriosamente el patrimonio de todos los ecuatorianos.

En mi decepción por contemplar tamaña calamidad de realidades, pensé que, difícilmente el País podría librarse de aquel influjo socialcristiano que daba impunidad a verdaderos malhechores y criminales, mientras negaba justicia a los ciudadanos. Sin embargo, el tiempo me dio la respuesta, ningún tirano es eterno. Tarde o temprano cosechamos lo que sembramos.

LFC, ya es historia, ciertamente ha dejado huella en el País. Muchas personas lo admiran sinceramente, ven en él, aquel modelo al cual aspiran ciegamente llegar. Intentarán emularlo, tristemente. Otros, aquellos que vivieron servilmente a su servicio y a costa de su imagen, rapiñando ampulosamente a sus anchas gracias a su protección amoral, simplemente seguirán explotan su reputación mitificada, para tratar de granjearse la simpatía de aquellos ingenuos que idolatran a LFC, como si hubiese sido el santo que él mismo mencionó: jamás fue.

El final de León Febres Cordero debería llamar a reflexión a los políticos nacionales, pero visto está, que esa virtud no es propiedad de aquellos personajes que ven a la Política solamente como un medio para enriquecerse ilícitamente y saciar sus apetitos malsanos por el poder autoritario. Un llamado de atención debería ser para el actual Tirano, el de la sonrisa socarrona y los modales de patán de alcantarilla. El crimen no paga, histrión de la vulgaridad escandalosa.