jueves, 19 de marzo de 2009
Matar, Mentir y Robar.
Hace unos años, más que nada por curiosidad, decidí comprar el libro: el Arte de la Guerra de Sun Tzu. Algo había escuchado acerca de la supuesta sabiduría que contenía tal escrito milenario. De manera que una vez adquirido procedí a leerlo casi de inmediato.
El libro presentaba una serie de políticas, guías, sugerencias imperiosas y tácticas dirigidas a: generar incondicionalidad entre los súbditos o seguidores, aniquilar al rival, destrozar a la población enemiga y manipular al adversario a través de medios engañosos. Una de las sentencias que se podía concluir de la serie de locuras metodológicas que se planteaban era por ejemplo: El Fin Justifica los Medios, axioma amoral tan comúnmente practicado por individuos carentes de escrúpulos.
Según los maestros de la Guerra, no importaba asesinar cobardemente, mentir descaradamente, rapiñar de forma virulenta al vencido y en general, arrasar sin misericordia al derrotado. Lo único que importaba era que los resultados de la Guerra fuesen propicios para el infame agresor y su corte de secuaces. No era difícil concluir que el tan promocionado Arte de la Guerra se podía resumir en las siguientes tres palabras: Matar, Mentir y Robar.
Obviamente, quienes participaban o participan en estas campañas bélicas, guerreristas o manipuladoras, debían o deben estar perfectamente entrenados en, naturalmente: Matar, Mentir y Robar.
Asesinar sin el menor escrúpulo. Engañar con absoluto convencimiento. Robar con la certidumbre de un falso derecho a rapiñar.
Sin duda, quien incluyó a la Guerra y a los patriotas que la defienden, en la lista infame de los Jinetes del Apocalipsis, tenía sobrada razón para hacerlo.
Una vez que terminé de leerlo, no pude si no, rechazar las sugerencias que los editores hacían de las crueles y engañosas estratagemas, en el sentido de aplicarlas en la vida diaria. “Aplicables a nuestra vida: Empresa, Familia, Relaciones Sociales,….”, decía una leyenda en la tapa del libro.
Y sin embargo, a pesar de que la mayoría de individuos moralmente descalificados y siniestros que deambulan por este mundo, esperando el momento propicio para cobardemente asaltar a sus víctimas con engaño adulador o nefanda sevicia, difícilmente leyeron este manual de mentira y crimen, basta ver como todos los días, tales sofismas brutales se manifiestan principalmente en los patriotas corrompidos, los politiqueros corruptos y la chusma sórdida, en la forma de actitudes taimadas y engañosas o conductas criminales y rapaces. Nuevamente se puede concluir que mucho de ese conocimiento funesto se transmite a través de una cultura sórdida perfectamente visible pero hipócritamente negada. Fortunas fruto del latrocinio, sostenidas de generación en generación: Si el abuelo se benefició de la infamia, enseñará sus malas artes a su hijo, y éste a su hijo, manteniéndose esa ruin herencia en un ciclo degenerativo, pues el vicio tiende a “perfeccionarse”.
“Matar, Mentir y Robar”, una frase que resume la condición humana del chovinista dispuesto a recurrir a cualquier acto por ignominioso que sea, sobre la excusa de la Seguridad Nacional, o del mercachifle de ingresos dorados capaz de vender a su propia madre con tal de acumular un centavo más a sus pingües ganancias. “Matar, Mentir y Robar”, expresión contundente que refleja una verdad incuestionable; aunque de seguro los fieles seguidores de aquellos fatales enunciados preferirán usar el hipócrita eufemismo de: El Arte de la Guerra.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Ama Sua, ama Llulla, ama Qhella
(Es raro que les faltara el no matar, ¿no?)
Sobre los nativos andinos y sus maneras tan peculiares de hacer "justicia"; el otro día un reportaje televisivo mostraba a una comunidad exaltada castigando con ortigas y látigo a unos aprendices de pandilleros, contradictoriamente, propios de la misma comunidad.En eso, por ahí se enojaron un par de comadres y se armó un battle royal, con puteadas, puñetes y patadas, dignas de las mejores épocas del congresillo.
Ciertamente en las consignas indígenas también debería incluirse: ¡No torturarás!
Publicar un comentario