Ante la campaña sucia que cierto segmento de opinión pública (conocida principalmente por sus exabruptos verborreicos ), ha dirigido indiscriminada y maliciosamente en contra de los perros, me parece importante señalar algunos aspectos.
Lamentablemente, la reputación de los perros y más específicamente de ciertas razas como la pitbull, rothweiller, akita, se ven deterioradas por la irresponsabilidad de individuos ignorantes y miserables que no entienden el concepto del respeto a los animales, ni el compromiso moral que implica asumir el cuidado de un animal tan noble.
Un perro no es un juguete que pueda ser desechado como cualquier artefacto descompuesto. Un perro no es una cosa sin sensibilidad, al que se le pueda maltratar o irrespetar. Un perro no es un ser despreciable que esté dispuesto permanentemente a dar la otra mejilla. El perro no es un animal con capacidad de raciocinio, como sí lo son los seres humanos o al menos algunos de ellos.
Sus comportamientos están directamente relacionados: por las condiciones en que ha sido criado, por las formas en que ha sido educado, por el trato que recibe y naturalmente por su instinto.
Lógico es concluir que un perro criado con cariñó y respeto, bien alimentado y ejercitado periódicamente, será un animal afectuoso y para nada agresivo o violento.
Las desgracias vinculadas con ataques de determinados perros en contra principalmente de niños, son muestras, como ya mencioné, de la torpeza e irresponsabilidad de palurdos que no están en capacidad de asumir la propiedad y el cuidado de esos animales.
El maltrato infame que sobre todo los perros sufren en la sociedad ecuatoriana raya en el genocidio animal. Todos los días, todos, uno se encuentra con animales en estado famélico, arrojados a las calles porque a un maldito canalla se le ocurrió que ya no le resultaba simpático tener a su amparo escuálido a aquel pobre animal.
Quienes han iniciado esta campaña vengativa, señalan que algunas de las llamadas razas peligrosas, han sido manipuladas genéticamente. Este argumento demuestra precisamente como es el hombre en su desesperación por dañar a la naturaleza, por satisfacer su sed de sadismo, el principal responsable y el directo causante de las eventuales manifestaciones violentas de esas razas en particular.
No, los animales no tienen la culpa de reaccionar de la manera brutal como gente desquiciada los programó. La culpa y los castigos, por las lamentables agresiones en contra de personas inocentes, deben estar dirigidas contra los propietarios de los animales, y no contra los animales a los cuales se los debería retener en zonas de cuidado, mas no eliminarlos indolentemente.
Las soluciones deben estar dirigidas a respetar el derecho a existir de los perros y ha ser cuidados y protegidos de manera óptima. Debe exigirse a la persona que desee asumir la propiedad de un animal, las responsabilidades suficientes que garanticen tanto al animal un ambiente aceptable, como a la sociedad la tranquilidad de deambular sin peligro en cualquier lugar público.
Hace algún tiempo mientras caminaba, a un par de cuadras de mi casa, noté que un individuo estaba sacando su vehículo del garaje. De repente, apareció un perro enorme, por sus características parecía un San Bernardo cruzado con nativo. Y que quede claro que la variedad San Bernardo es amistosa, solo digo que se parecía en tamaño y presencia. No bien me vio se lanzó contra mí. Afortunadamente, cada vez que veo un portón abierto me pongo en alerta. No bien se acercó e intentó morderme, lancé una precisa taqueada con la base de mi zapato en su hocico, acto que lo obligó a desechar la posibilidad de continuar con el ataque, lanzándose inmediatamente en carrera por la vereda, desapareciendo detrás de una esquina. Mientras tanto el imbécil de su dueño, miraba en silencio torpe el intento de agresión. Cuando pasó junto a mí, lanzando vocecillas en busca de su perro, le increpé su falta de cuidado, sin que el mudo me respondiera palabra alguna. ¿Qué habría sucedido si en lugar de mí, que hasta cierto punto tuve algo de suerte, se hubiese tratado de un niño?, ya pueden ustedes imaginarse.
Sin duda debe existir una normativa que proteja a los animales y obviamente garantice a las personas que no serán agredidas mientras transitan libremente en zonas públicas por animales de conductas violentas. Se deben establecer refugios para animales abandonados y estropeados. Se debe castigar severamente el maltrato a los animales, sancionando drásticamente a los ejecutores de tales actos o a los dueños de los animales que causaron daños y perjuicios a terceros. En este triste drama los animales no son los malos, son las víctimas. No se debe reprimir y matar a las víctimas.
Ayer en la mañana observé en un noticiero la conversación de una persona que se autocalificaba de protectora de los animales y una concejala de Quito famosa por promocionar y solazarse con el sadismo y la tortura de los toros en el camal de Iñaquito. La posición de la señorita que decía defender a los animales, me pareció un tanto tibia, pero lo que sí fue indignante fueron las demostraciones abyectas de la mujer pública. Una y otra vez la representante de la politicracia, se esmero en vociferar la expresión: ¡perros peligrosos!, ¡perros peligrosos! Como si con esa cantaleta malintencionada quisiera iniciar una cacería de brujas en contra de todos los perros indiferentemente de su condición.
También noté que en el pasquín chapetón, El Negocio, perdón, El Comercio, aparecía una foto en primer plano, con un perro en actitud violenta. Ese tipo de promociones malsanas estimulan la estupidez en el vulgo. Generan violencia en contra de quienes son inocentes del incendio que se pretende consumar en su entorno. Incentivan prejuicios perversos que terminan ahondando terriblemente el problema. Alguien me dirá, con razón: ¡qué se podía esperar de un periódico que apadrina el sadismo y la crueldad sanguinaria de las corridas de toros! Muy de acuerdo.
Hoy, nuevamente, mientras buscaba infructuosamente a Los Picapiedra o algo decente que mirar, me topé en Gamavisión con Trespatines Baquerizo. Este sujeto remilgado, comparaba a los perros, torpemente, con las armas de fuego y censuraba neciamente, eso sí cerciorándose de que no haya quien lo ponga en su sitio vergonzoso, a quienes asumen una posición sensata y equilibrada sobre este asunto.
Que realidad tan lúgubre aquella que demuestra y presenta tal como es a la opinión pública oficial, la tradicional, la vulgar, la mediocre, la de banquetes y bacanales, la de figuretes y vedettes, tristemente, la única que tiene acceso a los únicos medios de difusión convencionales y populares. Ni modo, habrá que conformarse por el momento con la oportunidad tolerable que nos brinda el internet.
A pesar de tanta basura derramada existen verdades que no pueden ser manchadas por la pus de la manipulación informativa.
El perro es ideal de nobleza, de amistad y lealtad. Nos ofrecen su cariño sincero y su afecto fiel, características que no son comunes en la mayoría de los humanos.
Menciono finalmente un adagio que, casi seguro, habrán escuchado y con el que estoy completamente de acuerdo: Mientras más conozco a la gente, más quiero a mí perro.
2 comentarios:
Hola Pasando a visitar.
Saludos desde http://fotoreportajesec.blogspot.com/
Pocho
Saludos Pocho.
Ya me daré una vuelta por tu blog.
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