lunes, 20 de abril de 2009

¡El País, ya es, de la delincuencia!




Respecto del preocupante incremento de la delincuencia en la sociedad ecuatoriana, quisiera mencionar el caso lamentable que le sucedió a un ex compañero de universidad.
Completamente indignado, mientras nos tomábamos un par de heladas cervezas en un bar de la Capital, mi buen amigo, inició su relato.
Según me dijo, serían las once de la noche cuando, con la totalidad de su familia acostados y durmiendo, en el momento en que su cabeza deambulaba entre la inconsciencia del sueño y la escasa realidad encadenada al ruido del televisor, creyó escuchar un ruido en el patio que lo sacó de su adormecimiento, por lo sospechoso y raro del mismo. Se levantó, salió al jardín de su casa, prendió las luces y revisó rápidamente cualquier novedad; cuando a punto estaba de volver a su lecho, notó que en una esquina un bulto negro semejante a una sombra, se movía con aparente vida propia. Acercándose comprobó que se trataba de un tipo que amenazadoramente le miraba con gesto perdido. Cuando le pidió que se identificara y explicara las razones de su ingrata presencia en propiedad privada, el tipejo había empezado a insultarlo, razón por la que el hermano cofrade, absteniéndose de llamar a la policía había procedido a agarrar al tipo, halarlo hasta el portón de su casa y luego de abrir éste, echarlo a la calle sin antes darle un buen empellón de despedida. Hasta ahí todo no había pasado de ser un desagradable momento intrascendente.
Pero lo problemático y desgraciado del asunto viene después. Mi ex colega de andanzas, recordando no haber cerrado correctamente el portón de su casa, regresa, en pijamas y descalzo, a corregir su olvido. ¡Oh sorpresa!, cuando está a punto de introducir el cerrojo, la chapa, que se yo, siente un fuerte golpe en los latones del portón; inmediatamente abre un espacio entre las alas del portón y sale a observar el origen del golpe. Extrañamente, se encuentra con un tipo que sin mediar explicación alguna le lanza un puñete; aquí debo mencionar que mi colega de cheves, no es ningún omoto, ni tampoco de los que se dejan. Pues bien, mi amigo consigue esquivar el golpe y contragolpea eficientemente, según me dijo. Pero nuevamente, ¡oh sorpresa!, casi enseguida, es rodeado por un sexteto de pillos que primero con piedras y después en manada y por todos lados se lanzan a agredirlo. El solitario colega consigue protegerse dentro de la casa; pero, un par de segundos después, ¡¡cras!!! , los vidrios de una de las ventanas de su hogar. Enseguida llama a la policía y mientras lo hace, nuevamente otra ventana es víctima de los vándalos. Sale aprisa y en la calle persigue a uno de los delincuentes, hasta 20 metros más allá, pero, debe detenerse, pues, otra vez, ¡Oh sorpresa!, funesta casualidad, uno de los pillos vivía en una casa de aquellas, y de hecho, toda la piara de criminales estaban esperándolo para quien sabe que infamia cometer. Afortunadamente consigue evitar la celada de los pandilleros. Cuando regresa a su casa, ya la policía había llegado. Le comenta a uno de los policías la situación, el uniformado revisa las ventanas rotas y le dice que se esté tranquilo que: “ni bien agarré al pillo bribón, va a ver lo es bueno”. La víctima se tranquiliza un tanto al observar que por lo menos alguien lo acolitaba contra semejante manada de bestias. Pero, ¡oh sorpresa!, una vez más; toda la familia de uno de los delincuentes, patota incluida, que como ya mencioné vivía unas decenas de metros más allá, llegaban insultando a diestra y siniestra con gestos amenazantes. Al principio el chapa, y nótese que ya no digo policía, sino el chapa, supuestamente intenta repeler los insultos y agresiones verbales de la manada de marrulleros contra mi amigo; pero, después que una vieja, la más malnacida de todos, según el colega de tragos, me imagino parecida a la Mama Lucha, amenaza al chapa con denunciarle ante un pariente de ella, un tal Coronel “Perico de los Palotes; enseguida, el chapa cobarde y mamarracho, cambia totalmente de actitud y le reclama a mi amigo que deje de armar relajo en la calle, que se meta a su casa y que si quiere, mañana denuncie las agresiones ante la fiscalía.
Mientras una sonrisa de incredulidad se dibujaba en mi rostro, mi amigo, sorbía un abundante trago de cerveza y luego con rostro serio y gesto afirmativo, me confirmaba cada una de las palabras que aquí menciono.
Pero no todo quedaba ahí. Luego de verse apremiado a ingresar a la casa por parte del chapa miserable. La manada de delincuentes, acicateada, por la actitud pusilánime del uniformado encargado de “servir y proteger” se mantiene por un “buen” rato frente a la casa del agredido, lanzando insultos e increpándolo para que saliera a la calle; serie de actos nefandos a los que habría que añadir, las no pocas piedras que habían vuelto a caer en el interior de su hogar.
Al día siguiente, más que nada estimulado por su familia, mi amigo, decide poner una denuncia ante la Intendencia; “simplemente para que me devuelvan el costo de los materiales destruidos”, me dijo, mientras pedíamos ¡dos más!
Bueno……, llega donde el abogado; el tipo le dice que tiene que presentar la denuncia en la Intendencia y así lo hace; después para citar al delincuente, se ve obligado a pagar a alguien para que le entregue la citación al forajido que estaba plenamente identificado; obligado por las leguleyadas tiene que repetir tal acto “procesal” por tres oportunidades, lo que implicaba volver a pagar a alguien para que le entregue la citación al delincuente.
Ni modo, por fin, llegó el día del: cara a cara. Entra mi amigo con su abogado, entra el delincuente con su picapleitos, todos frente al “angelito tenebroso” del Intendente, pero insisto, una vez más, ¡oh sorpresa!; los delincuentes, abogadillo y criminal, habían iniciado una demanda penal, déjenme ver que término usó mi amigo, ¡ah ya!, una querella penal.
“Pues entonces nada tengo que hacer yo”, habría gangueado el “señor” Intendente. Mi amigo absorto sin saber que hacer, conteniéndose, se ve obligado a simplemente seguir a su abogado, eso sí, un tanto enfadado de ver que éste, su abogado, saludaba cariñosamente y se despedía de manera muy gentil con el abogado del delincuente que lo había demandado supuestamente, porque, la víctima del ataque criminal los había calificado, a sus compinches y a él, como “hijueputas”.
Camino a la oficina, el abogado, le dice a su inocente defendido: “No se preocupe, eso hacen para chantajearlo e intimidarle, orita, le metemos nosotros otra querella, a ver como les va, usted consígase, unos tres testigos, yo me consigo otros tres y con eso les jodemos”. Entonces mi cofrade le dice, indignado interiormente, “sabe que doctor dejemos no más las cosas así, cuánto le debo”. Un tanto sorprendido el abogado, talvez, decepcionado, porque consideró que se le había escapado la víctima o por el desprecio al sistema judicial tácito que el rechazo implicaba, le fijó los honorarios, siendo estos cancelados de inmediato.
Mientras libábamos las dos últimas, comentábamos respecto de esta asquerosa sociedad en donde el delincuente consigue perjuros en cantidad industrial, mientras la víctima a pesar de tener la razón y la verdad de su lado, prácticamente no consigue un solo testigo. Aunque, hasta cierto punto es lógico que nadie quiera meterse en pleito ajeno considerando las venganzas de una delincuencia criminal y avezada, que tiene entre sus mejores defensores y cómplices a los sistemas judiciales y fiscales corruptos e incompetentes.
Después de solidarizarme con mi colega, ya, en una de las calles o avenidas de la ciudad, por la 10 de agosto, cerca de la Alameda, creo, o era por el Ejido o quizá Santo Domingo, no lo recuerdo exactamente, lo cierto es que nos despedimos con un honesto apretón de manos. Él, agarró para su casa, taciturno, más bien agobiado, probablemente asqueado de las realidades violentas de esta tercermundista Suramérica; y Yo, me encaminé con rumbo incierto reflexionando sobre la “maravilla” de País, éste, en el que vivimos, paraíso de la partidocracia, edén de los malhechores con inmensos prontuarios descarnados; lugar donde, increíblemente, los “derechos” de los delincuentes están por encima de los derechos de la gente honrada y decente.
Así me abrí paso, en medio de la indiferencia natural de la gente, por ahí, alguna que otra mirada tímida de alguna generosa damisela, alegró aquella tarde o noche; cruce por la Marín y luego, esperanzado enrumbé mi sendero hacia el otrora famoso teatro Bolívar, ingenuamente imaginando que después del lamentable incendio, había sido rehabilitado, para que solitarios voluntarios como Yo, disfrutarán de horas y horas de películas de toda variedad.
Qué pasó después,…………..esa,…. esa, es otra historia, que tal vez, en alguna ocasión, me anime a contarla.


5 comentarios:

LOLA dijo...

AY MIJO SAULO.....UD. NO ESCRIBA SOBRE COSAS QUE NO SABE....PARECE GIL REPITIENDO HUEVADAS QUE DICEN LOS PERIODISTAS ASALARIADOS.
NI GANAS ME DA DE SACARTE DE TU IGNORANCIA, PERO SI DEBES SIEMPRE ESTAR ENTERADO UN POQUITO MAS DEL TEMA QUE TRATES.

MIRA QUE TE ESTOY TRATANDO SUAVE YA QUE TU PANA nelsonesteban76 ME VISITÓ EN MI BLOG Y COMENTÓ COMO BUEN VARÓN QUE ES.
YE INVITO A QUE DES TU OPINIÓN TAMBIÉN Y SI ALGO NO TE GUSTA ME LO DIGAS PARA RECTIFICAR.

TÓMALO COMO UN REGALITO DE LA LOLA PARA TU BLOG.

TODO POSI.

LOLA CIENFUEGOS

Saulo Ariel dijo...

¡Milagro! ¡Milagro! A qué cura te encomendaste, talvez al Arregui, o al Bernardino, alias el Gallo Claudio. Increíble, Don Lola opinando medianamente civilizado.
Si no te molesta, si ser inteligente es discurrir como lo haces tú Don Lola, prefiero ser ignorante.
Ya me daré una vuelta por tu blog.

LOLA dijo...

PUES SIGA FELIZ EN SU IGNORANCIA SOBRE EL TEMA.

LOLA CIENFUEGOS

nelsonesteban76 dijo...

Amigo Saulo,

Esas historias de injusticia son terribles, alguna vez tuve un enfrentamiento en el lugar donde vivo por oposición a una decisión que tomó una asquerosa directiva en relación a que si las mascotas debían o no debían vivir en mi barrio.....

Por supuesto estaba a favor de ls vida, precisamente te comento esto hoy que celebramos el día de la tierra, pero estos individuos no, de tal suerte que una de mis mascotas murió. Con este antecedente decidí desconocer todas las decisiones de dicha directiva, entre los que estuvieron usar una tarjeta magnetica para entrar o salir del conjunto.

No me dio la gana de comprarla hasta que un buen día, los vecinos no dejaban entrar al conjunto a quien no la utilizara, en uso de mis plenos derechos y según yo para dar una lección a los montoneros en cuestión, llamé a un patrullero para que contribuyera a que yo pudiera hacer valer mis derechos constitucionales a circular libremente por el territorio nacional y mi derecho a la propiedad y su libre disposición de ella.......
La policía al ver el relajo, se cruzó de brazos y fue testigo mudo de la forma en la que estas personas hacían lo que les daba la gana, pero cuando mencioné que si en cinco minutos no entraba a mi casa rompía la cabeza a quien se me cruzara.... me dijeron: ahí si debo detenerle porque eso se llama agresión........

Sin comentarios............

Saulo Ariel dijo...

Steve; en otras palabras, los pillos, miserables y canallas tienen luz verde para hacer lo que les dé la regalada gana; pero, si tu reaccionas contra la violencia de estos hijuemadres, ahí si aparecen los chapitas para "ponerte en orden".
¡Que cosas, no! Solo en mi País y talvez en Burundi.