domingo, 25 de abril de 2010

El Arzobispo de Carondelé.

Dícese que en un pequeño Reino olvidado por la razón y la decencia, movía por aquí y por allá un genuino bribonzuelo que frustrado y amargado, de lunes a viernes, todas las mañanas, luego de acudir a misa frecuentaba a regañadientes el colegio regentado por los ortodoxos e inmaculados detentores autoritarios de la Fe, fieles agremiados, de una de aquellas, antaño, terribles y siniestras denominaciones de la religiosa cristiandad, disciplinadas y amantes de la santísima y purísima Iglesia Katólika, Apoztólika y Batikana.

Ahí, en aquellas aulas, el virulento tunante acomplejado aprendió a dar sus primeros saltos en el mundo eclesiástico de la mentira. Se Instruyó y adiestró en el beato y pérfido fingimiento, hasta que gracias a la contumacia, esas viles costumbres se volvieron instintivas en su ser. Descubrió que el estudio y el trabajo honrado, no eran las únicas alternativas para crecer en el mundo, siempre se podía copiar, robar, o a través del engaño, parasitar a costa de los demás. Con su pacotilla de amigotes, bravucones y alborotadores, sembró de terror los espacios de recreo de aquel monasterio, donde los más débiles y físicamente inferiores eran sus víctimas, fáciles presas de su autoritarismo y violencia. En aquellas horas, el bravucón empezó a entender que el terror, la intimidación y la amenaza, le servirían el resto de su vida.

Incapaz de enfrentar, peor de superar a aquellos que cansados de su alevosa bribonería lo colocaban en su lugar de vergüenza, el futuro patriota, aprendió a envilecerse y humillarse con el adulo. Entendió que la humillación llevada pragmáticamente podía permitirle manipular a aquellos que eran superiores a él, de esa manera podía sacar provecho y en un futuro, por qué no, traicionarlos y beneficiarse de aquella cobarde e infame ingratitud.

Cientos y cientos de años de traición, perjurio, mentira, crimen y maquiavelismo, metódicamente ordenados fueron aprendidas a través de actitudes, conductas y doctrinas fétidas enseñadas por los purísimos y sagradísimos sacerdotes de ambiguo proceder, que no escatimaban en comunicar a sus prosélitos los oscuros vericuetos y las profundidades esotéricas de la religiosa educación katólika, apoztólika y batikana. El insignificante bufoncillo, que ya entonces empezaba a mostrar su cretina sonrisa que tan característica se volvería en su personalidad futura, gracias a su servilismo se volvió uno de los favoritos de alguno que otro caballero de la Fe. Día a día, como el bruto que repite el error con jolgorio y se complace con la terquedad de la supina estupidez, el futuro demagogo, repetía maquinalmente el credo aprendido. Redundantes rezos y oraciones, fueron consolidando los sofismas felones.

Transcurrieron y transcurrieron los veranos e inviernos en aquella cálida y contradictoria Ciudad; deambulaba dinámico pero indiferente el padre tiempo; mientras tanto el bufón grotesco se fortalecía en sus carnes y “artes”, probablemente ignorante del momento histórico que debería cumplir en un futuro medianamente cercano. Y así fue que el mancebo baladrón llegó a culminar sus estudios religiosos en aquella institución no profana; un hijo legítimo de la Santa Madre Iglesia había subido uno más de los escalones de aquella infame escalera de bajas pasiones santificadas por la impunidad ofrecida por la sagrada confesión.

Siempre, viendo y envidiando, el ex adolescente monaguillo, se transformó en un joven monje sin sotana, dispuesto a continuar sus estudios en el Seminario Mayor, conocido por algunos con el nombre de Universidad, lugar donde se confundiría e interrelacionaría con los hijos de aquellos a los que tanto admiraba y contradictoriamente odiaba, pues representaban lo que él tanto anhelaba pero jamás conseguiría ser: un pelucón de cepa.

En los patios, capillas y aulas del Seminario Mayor, aclaró, amplió y consolidó el conocimiento y las costumbres que había aprendido en los ciclos culminados de su pasada educación religiosa. Conoció que personajes de su calaña, podían violar todas y cada una de las leyes humanas y religiosas; colegas de su Alma Mater e hijos de su Madre Iglesia, compañeros de buche y vicio, le encubrirían con amor incondicional de hermanos en la fe; sus padres espirituales le ofrecerían previa confesión del delito y “pecado”, el pueril escarmiento y castigo venial, gracias al cual su insignificante conciencia quedaría adormecida por la droga de la alcahuetería, hasta que ésta, finalmente desaparezca, cauterizada por la repetitividad de los hechos obscenos y desvergonzados.

Casi enseguida empezó a incursionar en la vida pública, pues, el patriotismo y la vida política degenerada le ofrecían las posibilidades que linaje y herencia le habían negado. Sus primeras víctimas, sus compañeros del Seminario. Tosca y torpemente empezó vociferar acerca de la lucha de clases, de la injusticia de un sistema económico al que una y otra vez llamaba “neoliberalismo” confundiéndolo a propósito con filibustero y conservador mercantilismo, habló de un judío llamado Narx y de su socio de negocios, un flaco de apellido Ingels, que supuestamente habrían descubierto la raíz de los males, y al mismo tiempo la santa panacea, su nombre: Zoocialismo, y/o Komunismo.

Concomitantemente a la educación religiosa recibida y a sus primeros intentos dirigidos a manipular, mentir y embaucar, el futuro patriota estudiaba con detalle, a los héroes y caudillos vigentes de la perenne y monárquica mafia politiquera. Así, aprendió de un oligarca bravucón las maneras nefandas del terrorismo de Estado. Así también, se atragantó de la demagogia locuaz y descarada de un payaso que vendía circo grotesco mientras saqueaba el Tesoro Nacional. Pronto el bufoncillo parlanchín entendió que en Política, en aquella versión inmoral y siniestra: todo se vale.

Una vez culminada su carrera en el Seminario, algunos de sus “maestros espirituales” conscientes de su brutal talento decidieron que aquel pupilo debía ser apoyado fervientemente, pues en su personalidad se notaba que tenía el “don y la Fe”. Así, pronto se le envió fuera del País para que se perfeccionara. Aquel retiro le permitiría renunciar a cualquier duda moral, y lo convertiría en un personaje, de aquellos legendarios, recordados básicamente por cargar la leña o llevar el fuego que luego serviría para quemar a esos malvados herejes, satánicos que se atrevían a cuestionar que la estática Tierra era el centro del Universo y que los planetas se encontraban colgados por largas cuerdas colocadas por la mismísima virgencita inmaculiada de turno en aquellas épocas donde el amor y la tortura se confundían fácilmente.

De vuelta en el País, el bribonzuelo de mirada torva y gesto obsceno, ya convertido en un hombre adulto, inició su campaña profesional; sus maestros lo esperaban, hambrientos por beneficiarse de los futuros botines y ansiosos por contemplar el éxito de la interesada formación escolástica y religiosa que le habían ofrecido antaño. Acólitos y secuaces no le faltarían, de hecho, las mafias de aquel Reino le protegerían, sobre toda una llamada popularmente “Partidocracia”, ignominiosa y vulgar, siempre en relación incestuosa con su hermana Religión. Sí, la Partidocracia se convertiría en su protectora; le ofrecería el momento, la oportunidad, la excusa que su arribismo y descarado oportunismo necesitaban para formarse una patriotera e hipócrita reputación que le permitiría continuar en su carrera con dirección a uno de sus principales objetivos: constituirse en el todopoderoso Arzobispo de Carondelé.

Victorioso gracias a las huestes de la perfidia, la mentira y la demagogia, además que protegido por un sistema inmoral que le permitía enfrentarse a peores que él, día a día, el camino a Carondelé se le mostraba más cercano. La muchedumbre religiosa, ora cucuruchos, ora santurrones, ora guarichas, ora curuchupas de la nueva era, prorrumpían en estrepitosos gritos de triunfo, anhelantes de ver a su nuevo mesías, disfrutando de las bondades de la Curia Arzobispal. Secuaces y serviles gritaban “¡ahora nos toca a nosotros!”, unos lloraban de felicidad por lo que iban a recibir, otros se frotaban las garras, por acá afilaban sus colmillos, por allá se aflojaban los calzones. Todos felices, porque el otrora bribonzuelo baladí, casi se había convertido en el bravucón todopoderoso que los llevaría a los altares públicos donde fluyen grácilmente las piezas de plata y oro, con los que se pueden comprar leche y miel.

¡Y la chusma se pronunció!; la muchedumbre de palurdos y lunáticos escogió a su Arzobispo. El caballero de la Fe con su blasón verdeaguado, triunfó. “¡Al fin la Iglesia dejará de torturar, asesinar, mentir y robar!”, decían los más esperanzados; “¡por fin la Iglesia defenderá al pueblo!”, decían los más incautos; “¡el País!… perdón… ¡la Iglesia, ya es de todos!” bufaban los que se frotaban las garras y se aguzaban los colmillos. “¡Último día del despotismo….!”, decía emocionado, Vuecelencia, el Novísimo, Bonísimo y Excelentísimo Señor Arzobispo, y enseguida terminando la frase de su “Excelencia”, el Vicio y la Inmoralidad estallaban en un deleznable grito de infame victoria: “… ¡y primero de lo mismo!...¡Viva Vuecelencia, El Arzobispo de Carondelé!”

Post data: Debo señalar que la breve historia esta basada en "hechos ficticios". Cualquier relación con sucesos o personajes de la realidad es exclusiva responsabilidad de quienes los comparen o vinculen. Todos los nombres han sido inventados, o así quiero creerlo, pues la posibilidad de que tales individuos e instituciones puedan existir, asusta, entristece y avergüenza, por decir lo menos. Sin embargo, si alguien al comparar la historia se siente molesto o herido en su mojigata sensibilidad, no me queda sino decir: que patético y ridículo.

6 comentarios:

Juan Montalvo dijo...

Interesantísima biografía no autorizada del personaje no nombrado en escenarios no reales describiendo actos no acontecidos... Le cae lo de arzobispo...

Saulo Ariel dijo...

¿Quién será ese personaje tan estrambótico y "sacrosanto"?
¿Cuál será su nombre...el nombre de aquella sonrisa lasciva y desquiciada,.......existirá en realidad semejante personaje ambiguo y tercermundista?
Los lectores de los grabados impresos en los muros de esta cueva seguramente sabrán identificar fácilmente al insulso patriota referido.
Juan, saludos, y gracias por el comentario.

Anónimo dijo...

Estos sucioslistos del siglo xxi hacen reir. Revisen esta direccion.


cuando les conviene son ateos humanistas, librerales alfaristas, socialistas fidelistas, comunistas huevarianos,........y hasta catolicos salecianos o bosconianos, completos estos hijueputas.
Cierto, qué diran los ateos socialistas del siglo xxi viendole al Correa gozando con la PUTA DE BABILONIA.

Hermann dijo...

"qué diran los ateos socialistas del siglo xxi viendole al Correa gozando con la PUTA DE BABILONIA."

Que van a decir si están llenos la guata de engullir a costa del pueblo.

Lo maas que han de gritar es:


¡Viva le Arzubispo de Carondele"

Buen post saludos.

Professor Hoax dijo...

Interesante post, pero lleno de estereotipos. Fui educado en un colegio católico, y no me parezco en nada al personaje del post. Como institución la Iglesia Católica Romana, al estar formada por seres humanos, con virtudes y defectos, también refleja algunas de esas actitudes, pero, y esto es lo que molesta a muchos, lleva 2.000 años en la palestra, "non prealebunt" como dice el evangelio.

La educación confesional puede, y en muchos casos, es cerrada y sectaria, pero no es aplicable a todos, en mi caso y en muchos otros no lo ha sido. DIsfruté de toda la libertad de pensar y actuar, dentro de los límites del respeto a los demás y a las reglas faltaría mas, durante mis años de educación, y fue ahí, si precisamente en un colegio católico, donde recibí mis primeras lecciones sobre el derecho de los seres humanos a su libertad.

Me he demorado en responder porque buscaba los apuntes de mis clases de religión, con el hermano Francisco, las he encontrado y las pongo aquí: "Dios nos creó, pero nos hizo libres, aunque existe la Providencia Divina, estamos en la libertad de aceptarla o no, para eso tenemos el libre albedrío. Dios juzgará nuestra alma por nuestras decisiones, pero mientras estemos en este mundo somos libres de hacer lo que queramos, siempre y cuando respetemos la libertad de los demás.

Si todo un Dios nos hizo libres, ningún ser humano puede imponernos su voluntad".

Esa es una lección que no he olvidado aún a mis ams de 50 años de edad. He mantenido siempre mi línea liberal, la cual incluye el respeto a otras religiones y formas de pensamiento, sin agravios ni ofensas, cada cual es libre de pensar como desee respetando a los demás.

Lo que si es inaceptable es el moverse de acuerdo a las circunstancias, no somos veletas que bailan de acuerdo a donde sopla el viento, y esa, desafortunadamente, es una característica primordial del morador de Carondelet y su "truopé". Para nosotros, esa es una falta grave.

Anónimo dijo...

Que bien dicho hijueputa!!!!!!

CADA VEZ QUE ESTOS CURAS HIJUPUTAS SON DENUNCIADOS POR USUREROS PEDERASTAS Y CORROMPIDOS SALEN A DEFENDERSE DICIENDO QUIE SATANAS ESTA ATACANDO A LA GLORIOSA IGLESIA CATOLICA APOSTOLICA Y ROMANA.

CURAS CABRONES VAYAN A RECONOCER SUS HIJOS CON LAS VIRGENCITAS COCINERAS!!!!!!