lunes, 1 de septiembre de 2008

Opinión Pública Tercermundista e Inmoral.







Ciertamente todos estamos sujetos a la subjetividad de nuestras emociones, sentimientos, simpatías, aversiones y demás particularidades humanas que de alguna manera pueden nublar nuestra capacidad para emitir juicios de valor: equilibrados y veraces.

Inclusive en ocasiones las informaciones que recibimos, cuando son presentadas de manera tendenciosa, maliciosa o parcialmente manipuladas, pueden inducirnos al error respecto de una verdad o mentira a medias.

Pero, cuando las evidencias son contundentes, las verdades inobjetables y las certezas notorias, entonces, sería lógico entender que toda la ciudadanía y sus diferentes instituciones deberían pronunciarse dentro de la misma tendencia razonable, sensata y prudente. Deberían.

Sin embargo, eso en el Ecuador, País de enormes contrastes, no sucede. Sencillamente porque a la mayoría de los ecuatorianos le importa un comino lo que le ocurra a sus semejantes. Aunque debo reconocer que tal realidad parece ser una constante en todo el mundo, naturalmente con variados niveles de intensidad, dependiendo de la idiosincrasia de los diferentes pueblos.

Solamente cuando sus intereses son tocados, entonces sí claman, por la solidaridad social. Entonces sí, reconocen que vivimos bajo la tiranía de la estupidez y brutalidad de unos pocos. Si es que, tienen la sensatez e inteligencia de reconocerlo, pues en muchos casos, simplemente, se limitan a lanzar, ignorantemente, alaridos dirigidos a generar lástima en la sociedad.

Naturalmente las respuestas y los efectos que generan las acciones de unos pocos privilegiados, autocalificados de élites, independientemente de su razón o no, difieren de las realizadas por los muchos, considerados pueblo llano.

Como es lógico, frente a estos fenómenos sociales, se manifiesta la opinión pública, la oficial, la tradicional, la de clubes y bacanales, la de brindis y honores hipócritas, interpretando los sucesos en su muy particular manera, o mejor, interpretando nuestro sentir o indicándonos que debemos sentir.

Un ejemplo de esta manera bastarda e inmoral de tratar los asuntos públicos en casi todas las manifestaciones de comunicación pública existentes, la tenemos, en el tristemente célebre Caso Dayuma prácticamente olvidado.

Recordarán damas y caballeros, este lamentable y funesto “accidente” en el que un grupo de panaderos, campesinos y agricultores que “insolentemente” exigían mejores condiciones de vida, tropezaron con un grupo de GI. JOE criollos que habiendo recibido la orden de sofocar la temible subversión de los peligrosos trabajadores, no escatimaron en usar la fuerza y literalmente masacraron y vejaron a esa pobre gente. Posteriormente, los enjaularon en una sucia cárcel, de la que solo salieron después de demostrarse su inocencia. “Accidente” éste, desarrollado en el Gobierno del amadísimo Líder, estimado Camarada y distinguido Presidente Don Rafael Correa, Héroe de Dayuma.

En esa ocasión, si bien es cierto, algunos actores políticos protestaron al igual que varios ciudadanos, y ciertos medios noticiosos presentaron la verdad cruenta y grosera de un grupo de civiles desarmados siendo brutalmente agredidos; no menos cierto es que en términos generales, pocos fueron los agentes sociales que criticaron con la vehemencia del caso aquel acto de terrorismo de Estado. Inclusive muchos de los enredadores y serviles defensores del actual gobierno, disfrazados de analistas políticos, llegaron a justificar la infame paliza que recibieron aquellos ecuatorianos, a los que, en un acto adicional de infamia, el Héroe de Dayuma llegó a calificar de terroristas.






A pesar de que fue notoria la brutal agresión y demás peculiaridades redundantes de injusticia, la mayoría de la sociedad ecuatoriana permaneció indolente a la violación de los derechos humanos de aquellos ecuatorianos. No hubo acciones por parte de la Defensoría del Pueblo a favor de las víctimas. Ningún fiscal actuó de oficio en contra de los Ministros que ordenaron la salvaje agresión, a pesar de que ciertamente hubo un delito en contra de los derechos civiles de aquellas personas. Tampoco aparecieron los auto-etiquetados defensores de los derechos humanos, encarnizados enemigos de la violencia conservadora, pero alcahuetes y encubridores de los crímenes de la trastornada tendencia socialista y comunista.

Manipulan tramposa y vilmente la información siempre a favor de los intereses de sus amados titiriteros. Recurren al cinismo perverso y a la descalificación maliciosa para desvirtuar las opiniones sensatas y los argumentos veraces de las pocas personas valientes e inteligentes que se atreven a enfrentar las estupideces y brutalidades que se cometen a diario en todos los ámbitos de la sociedad y la naturaleza. Mienten, engañan, roban, trastornan, incurren en cualquier vicio por ofensivo y grosero que fuera, todo con tal de seguir atragantándose de las migajas que sus temiblemente adorables patrones les arrojan para seguir disfrutando de sus fornicarios adulos y sórdidos incondicionalismos.

Así es la opinión pública ecuatoriana, en términos generales: vacía, inmoral, carente de decencia, de honestidad y objetividad. Montones y montones de patriotas superfluos, ora lisonjeros y embusteros polutos, ora furibundos alcahuetes y viles calumniadores, dependiendo de la posición que se les ordene asumir. Siempre suciamente expeditos para defender los intereses rastreros de aquellos que fielmente desempeñan las tareas ignominiosas, propias de los más repugnantes y autoritarios tiranos.



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